sábado, 31 de octubre de 2009

El miedo ausente

Una amiga escritora ha dicho: “Por fin están rompiéndose todos los huevos de serpiente que por décadas han anidado en nuestro país: en los medios, en los partidos políticos y en todas partes”. Muy cierto: estas épocas son para descubrir cómo ahora otros tienen miedo, porque nosotros ya lo perdimos, salimos a hablar y a decir las cosas desde la memoria más sentida, con la piel encendida y la mirada brillante. También sintiendo las cicatrices en su intensidad y pedagogía. Ellos tienen miedo, mucho miedo, quizá a las verdades que solo ellos ocultan. ¿Saldrán a hablar esos policías y militares que recibieron órdenes perversas?

Eso sí: también tenemos muchas razones para llorar y llorar en público, porque las lágrimas son sanadoras. Ojalá lloremos todos. Y lloraremos con dolor y rabia cuando se revele el Informe de la Comisión de la Verdad. Lloraremos cuando sepamos quién ordenó disparar, desaparecer, torturar y doler a centenas de seres humanos que soñaron a tiempo, puntuales. Otros llegaron tarde. Es que el sentido común de esa época y de ahora sigue siendo soñar, porque como dice la canción de Luis Mejía Godoy: “Mi venganza personal será decirte buenos días sin mendigos en la calle”.

Claro, hubo un tiempo en que nos bloqueamos, por miedo y por falta de luz. Algún momento nos bloqueamos, la sociedad se bloqueó e imaginó que estaba bien soportar o esperar. Incluso algunos optamos por otros oficios y también esperamos la hora más clara para construir cada victoria democrática, para imaginar y proponer las reglas del nuevo futuro. Y ahora estamos ahí, pensando cómo hacer más nuestro ese futuro y compartirlo con todos para que sea propio y bastante parecido a nuestros sueños y a los de la Sara y la Amanda. Estamos alegres por recibir de los viejos sus bendiciones por la tarea cumplida, aunque nos pidan seguir adelante porque los revolucionarios no se jubilan nunca.

Lástima que otros no sintonicen la nueva era y la época que empieza a crearse. Por ejemplo quien rayó el editorial del diario El Universo, del sábado pasado, pidiendo cadena perpetua, destierro y anular mi libertad de expresión. ¿Escribió para hacer la venia a los perseguidores con inmunidad? O aquel socialcristiano que dice que el mejor guerrillero es el que está muerto. Y también aquellos que regalan bienestar con limosnas e imparten justicia solo con castigos y desquites. Ellos son lo que ahora tienen miedo y amenazan. Y el miedo les impide reconocer y apuntar al verdadero autor de sus propias angustias.

Ahora, por estos nuevos tiempos y futuras eras, es que puedo entender la enorme solidaridad que cae del cielo, se eleva desde la tierra y me baña como el agua. Gracias, millón gracias, a las decenas de mensajes vía celular, facebook, correo electrónico, llamadas telefónicas y saludos en la calle cargados de una solidaridad solo comparada con la que recibía en la cárcel y en las redacciones de los periódicos cuando sabían que cierta amenaza me rondaba. No hay palabras para expresar todo lo que han provocado esos mensajes. Sólo queda decir con un tierno y rebelde Gracias de todo corazón por la fe puesta y por la responsabilidad compartida.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

¿Estado laico?

Poner la primera piedra para la construcción (costosa) de una iglesia en un recinto militar, con la presencia y bendición de las autoridades castrenses y civiles, parecería un acto normal, ordinario y hasta rutinario. Por eso forma parte de la agenda pública: se mandan tarjetas de invitación, autoridades van, otras se excusan, los medios llegan, hacen su cobertura y se van. Como de por medio no hay mucho que pensar no es motivo de entrevistas ni editoriales de los sesudos opositores. ¿Será que reflexionan un ratico más allá de sus odios y para ser verdaderamente críticos no ven donde más neuronas hay que usar?
Luego hay discursos, los curitas se muestran adustos y formales. Hay brindis. Todo queda ahí y la imagen simbólica genera el mensaje: “Aquí no ha pasado nada”. Pero sí, ha pasado algo trascendental: se reafirma la tradición, se ofende a la Constitución (¿se la viola?), se retrasa la historia. O mejor dicho: ¿no avanza la historia?
Y bueno… La semana pasada se puso la primera piedra para construir un templo católico en Parcayacu. ¿Y por qué no uno mormón, evangélico, shamánico, budista, judío, hinduista, etc.? ¿Los miembros de la Fuerza Pública son y deben ser solo católicos? ¿Es un requisito para vestir el uniforme bautizarse y comulgar con el Vaticano? Y también por qué no se destina una cuota del presupuesto o la misma cantidad que se utilizará para esa iglesia en actividades ateas para que los ateos tengan opción de ‘rezar’ sus doctrinas.
La definición más básica y generalizada de laico es ser independiente de cualquier organización o confesión religiosa. Y el Ecuador desde 1906 se definió como un Estado Laico. Y la actual Constitución señala: “El Ecuador es un Estado constitucional de derechos y justicia, social, democrático, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional y LAICO”. O sea, las entidades públicas y sus representantes están obligados a respetar y hacer respetar la norma constitucional. Y por lo mismo no pueden discriminar. La norma es para todos y eso implica que no se puede destinar recursos públicos para una organización religiosa y mucho menos que en los espacios públicos se construyan templos de una u otra religión. No se pueden inaugurar actos públicos con ritos religiosos, pero en algunas partes la tradición ordena y ni siquiera se duda de su legitimidad.
El desarrollo de la democracia, en un Estado Laico, genera el respeto a las diversas opciones culturales, religiosas, sexuales, filosóficas y políticas para que tengan plena vigencia porque el Estado no se afilia con ninguna de ellas y, al contrario, permite que se desarrollen dentro del marco de la ley y por ende todos y todas tengan la libertad absoluta de ejercerlas, sin pedir permiso a nadie y mucho menos, eso sí, mucho menos a costa o beneficio de otras.
¿De qué parte del presupuesto sale la plata para construir esa iglesia en ese recinto militar? ¿Y cuando lo terminen obligarán a los soldados que no son católicos a ir a los ritos religiosos por disposición militar? ¿Caso contrario? ¿Cien mil patitos o dos mil flexiones de pecho? ¿Podrán ascender a generales quienes no vayan a misa?

viernes, 4 de septiembre de 2009

Pobre prensa

La Cumbre de la UNASUR reveló a cada uno de los actores, en sus potencialidades, capacidades, defectos y sobre todo en su rol de estadistas y líderes. Y, sin duda alguna, también desnudó la capacidad, talento y visión de los medios de prensa del continente. ¿Los de Ecuador? En general, pésimos y tendenciosos, para variar.

La revista colombiana Semana (para nada correísta, todo lo contrario) dice: “La medalla de oro en términos de oratoria se la llevó Rafael Correa, que con verdades, medias verdades y exageraciones refutó prácticamente todos los argumentos de Uribe. Los puntos centrales de su intervención fueron que la lucha contra Estados Unidos es un fracaso y ellos son las víctimas y no los victimarios del fenómeno de la violencia en Colombia. Algunos de estos elementos no eran nuevos, pero el Presidente ecuatoriano estaba inspirado, su discurso estuvo lleno de frases efectistas, a tal punto que logró el único aplauso de toda la reunión cuando mencionó que gracias a bases militares extranjeras se pudo llevar a cabo el ataque británico contra las Malvinas en una invasión que todo el continente repudió menos Estados Unidos, el Chile de Pinochet y Colombia”. Y si uno revisara lo que dijo la prensa del Ecuador y solo se sujetara a esas versiones, pensaríamos que la revista Semana está desquiciada.

Lo cierto es que la prensa nacional no solo debe revisar sus procedimientos, sino mirarse casa adentro con la mayor autocrítica para definir qué rol quiere jugar en la democracia, si sus versiones son las que desean leer sus editores y dueños o es la que los lectores merecen recibir para tomar decisiones reflexivas y responsables. La Defensora del Lector, de diario HOY, Ana Karina López, el domingo pasado, le dijo a ese periódico lo que hace mucho tiempo no lo decían quienes ejercieron ese cargo, a propósito de lo mal que enfocan sus notas los reporteros, con la venia de editores y jefes: “El radar apunta a que los periódicos no anteponen los intereses de sus lectores: su entorno, su economía, su vida diaria, por eso el periódico se ha vuelto un bien prescindible”. Y si ella revisara lo que dijo ese diario y los demás sobre la Cumbre de la UNASUR, podría llegar a conclusiones más graves todavía.

Más allá de los afectos o desafectos en la prensa hay una responsabilidad con las audiencias y son los lectores los que deben sacar sus conclusiones. Sin embargo, ni los enviados especiales, ni los editores, editorialistas, analistas y hasta entrevistadores de las mañanas, en nuestro país, han podido eliminar de su aliento todo el odio anticorreísta que les corroe. Y no se trata de defender a Rafael Correa, pues hubo ciertas fallas en su discurso y en la estrategia frente a los demás mandatarios.

La conclusión general de los medios estadounidenses y de los críticos de la izquierda fue que ninguno de los presidentes, en la Cumbre de UNASUR, aplaudieron ni avalaron que Colombia preste su territorio para las fuerzas militares de EE.UU. La propia prensa colombiana tuvo que reconocer que Uribe está aislado en la región, por más que lo ubiquen junto a García o Bachelet. ¿Y nuestra prensa? ¡Ahí nomás!

miércoles, 26 de agosto de 2009

¿Déficit de ciudadanía?

Claro que sí. Enorme déficit de ciudadanía. El Ecuador no tiene ni vive una ciudadanía plena. Todo lo contrario: el clientelismo forma parte de la actividad política, el verticalismo todavía persiste hasta en la vida familiar, los críticos y francotiradores siguen apuntando desde las alturas y cuando se comprometen con algo de participación y ciudadanía quieren salir ilesos, sanitos, casi vírgenes. ¿Pero no es esta Constitución la que promueve la participación activa de los ciudadanos en las decisiones del Estado y en la vida política? Sí, pero no depende de un texto, ni se puede hacer por decreto u orden presidencial. ¿O esperamos que se ordene, canalice o garantice vía oficial? Imposible.
La ciudadanía, para arrancar, depende de los actores políticos: movimientos, partidos, organizaciones sociales, comités barriales, medios de comunicación, etc. Todos ellos pueden promover la ciudadanía y la participación, pero en la práctica, en este momento, en este país, no hacen absolutamente nada para ello. Los partidos deciden todo a dedo. ¿Sociedad Patriótica no fue quien hizo un simulacro de primarias y nombró a sus candidatos por orden de su coronel? ¿Cómo nombran sus directivas y candidatos los socialcristianos, democratacristianos, socialdemócratas, roldosistas, emepedistas? En esas nominaciones, ¿no prevalecen criterios de rentabilidad (dirigen y se candidatizan los que tienen plata)?
Y como no hay verdaderos partidos ni movimientos políticos, ¿qué hacen las organizaciones sociales y hasta los medios de comunicación con la ciudadanía y con la participación? Muy poco o casi nada. Reproducen los vicios de los seudo partidos políticos. Los medios creen hacer participación en los programas llamados comunitarios con presentadores filántropos que no entienden el concepto de comunidad y sólo aspiran a ser concejales o candidatos a alcaldes. ¿Sino qué hace ‘San Bernardo Abad’ en el ‘lindo canal’? Los medios, ya lo he dicho varias veces, son un peligro para la democracia: quieren reemplazar a las instituciones y se encargan de despolitizar la participación. Es más: en sus propias redacciones, con sus lectores y audiencias, con sus voceadores y periodistas no son participativos ni dejan que puedan influir en sus líneas editoriales. Todo lo contrario: reproducen las prácticas de los pésimos partidos políticos.
Por tanto, la ciudadanía que demandan muchos (algunos que luego de ejercer cargos públicos se hacen los locos con su propia gestión y sólo desde afuera creen tener autoridad para criticar) es responsabilidad de todos. Evidentemente, el Estado debe crear las condiciones para una participación efectiva. Sí. Y también debe crear el marco legal para que ella sea lo más amplia y sin condicionamientos de ninguna clase.
Para que sea efectiva la ciudadanía hace falta una verdadera politización de los ciudadanos. Eso implica educación, concienciación y verdadera información y comunicación. El Ecuador debe aplicar la Constitución y eso tomará varios años y generaciones. Una cultura ciudadana implica un debate abierto que impida iniciativas populistas y clientelares de poca monta y solo con fines electorales.

domingo, 9 de agosto de 2009

Libertarios

El proceso político que vive el Ecuador no es (ni tiene por qué ser) el de la ‘contemporaneidad ideal’ impuesta por la globalización hegemónica, como quieren los voceros de la derecha que lo califican de retrógrado y ‘sesentero’.   
Esos universos de eficiencia, efectividad y velocidad, fluyendo por las grandes avenidas del ciberespacio y las tecnologías de la información, generando capitales virtuales al ritmo de una maquiladora en Taiwan, apenas existen en el imaginario colonizado de los nuevos ‘Chicago Boys’. Leyéndolos solo siento que no pueden con la realidad (o realidades) del país en el que les tocó nacer, que no se parece y nunca se parecerá a Nueva York, como tampoco se parecía, en 1809, a París, para pesar de las élites de la Independencia que tampoco comprendieron la complejidad de las sociedades en las que fundaban repúblicas ‘a la europea’.
Nuestra temporalidad nunca encajó en los ‘tiempos modernos’ del occidente hegemónico, marcados por la idea de ‘progreso’ lineal, la moda, las tecnologías y el culto a ‘lo nuevo’. Eso lo comprendió bien (hablando de América Latina) Octavio Paz, un incomprendido de los dogmáticos de izquierda y de derecha.
No cabe, 200 años después, seguir apelando a modelos coloniales, que no se ajustan a la complejidad de nuestras sociedades, más aún cuando ese modelo (el del neo-liberalismo) sustenta la dominación económica que genera la peor desigualdad mundial de toda la historia.
Si algún símbolo real adquiere este 10 de agosto es inaugurar (ese es el deseo) una nueva etapa en lo político pero, sobre todo, en lo cultural y lo simbólico: la de una sociedad capaz de confrontar (de tú a tú) al pensamiento colonial.  Una sociedad que se asume soberana, para iniciar una era de cambios democráticos con herramientas democráticas.  
En Latinoamérica podemos pensar, de modo poético tal vez, que si hoy se alinearon las estrellas, este momento no solo es una casualidad. Hay una causalidad que deviene de unos tiempos y unas demandas históricas que confluyen en esta etapa. Los medios, también, tendrían que ser capaces de descifrar este momento en toda su profundidad y no quedarse en la comparación de la realidad con los mundos ideales de la moda y los modos de vivir y convivir que se imponen globalmente, vía publicidad y banalidad. Es más, en Europa y EE.UU., esos modos de vida son duramente cuestionados por las mentes más lúcidas.
Por eso, el mayor reto de Rafael Correa es entender la complejidad de la contemporaneidad ecuatoriana para darle sustento a su discurso y su accionar político, y liderar este proyecto colectivo que ha trazado su propia ruta en la dimensión del Sumak Kawsay, lo esencial de la nueva Constitución. No se trata de superar metas macroeconómicas. Correa está obligado al diálogo abierto con las nuevas generaciones y con las voces vivas de la ancestralidad.
En un proceso como éste, nuestra opción es ser libertarios. Y eso significa: ruptura radical con las estructuras de la dominación hegemónica y con la inercia de las prácticas corruptas. La revolución (con más ciudadanía) es un proceso permanente de renovación y crítica, que no admite incondicionalidades.

jueves, 6 de agosto de 2009

Filtros y filtrados

No hay duda que hay un aparato, cabeza, organización, institución o ‘voluntarios’ con una mentalidad perversa para forjar una situación adversa al proceso político, autónomo y auténtico, del Ecuador, con base en las filtraciones, gota a gota, de información, documentos y supuestas pistas para forjar una sola hipótesis: las FARC son aliadas de la Revolución Ciudadana. En otras palabras: ¿son lo mismo y por tanto ninguna de las dos merecen estar en la realidad y hay que anularlas, desaparecerlas, aniquilarlas?
Incluso, en el ‘mundillo’ periodístico y de los infiltrados, espías, agentes, ex miembros de inteligencia era ‘vox populi’, hace seis meses, que ‘alguien’ vendía los diarios de Reyes. Unos decían que en un millón, otros que en cien mil dólares. A la vez que desde Colombia se demandaba información a la Fiscalía ecuatoriana y ésta enviaba todo, mientras desde Bogotá no se envía hasta ahora un solo documento para nutrir el proceso sobre Angostura. ¿O nuestra Fiscalía es muy gentil y generosa o la de Colombia trabaja para obstaculizar toda investigación (y por ende castigo) sobre la violación a la soberanía nacional en Angostura?
¿Y qué decir de los ex agentes de inteligencia y esos dobles agentes que aparecen por todas partes? La Comisión de la Verdad tiene suficiente documentación sobre lo que hicieron algunos supuestos subversivos en la época de LFC (vender información) y cómo actuaban las inteligencias de la Policía y FFAA. ¿Eso habrá cambiado ahora? ¿Los oficiales Mario Pazmiño y Manuel Silva son de una mentalidad al servicio de una revolución socialista o son de aquella formada en los Estados Unidos en la Doctrina de la Seguridad Nacional que husmeaba todo y aniquilaba todo brote de subversión, con base en la tortura, la prisión y el ajusticiamiento? ¿No es suficiente para entender qué está pasando todo el espacio que reciben esos dos ex oficiales en los medios de comunicación filtrando información (o sea documentos que ellos poseen cuando ya no están en el servicio activo) de carácter reservado, haciendo uso de ella como patrimonio personal? ¿No basta ver cómo los aborda y trata ese entrevistador del ‘lindo canal’ para saber que no hay nada inocente en el uno ni en el otro cuando ‘analizan’ la situación del país?
Lo cierto es que esto de filtros, filtrados y todo lo que compete al mundo del espionaje solo revela la situación que vivimos: una alta polarización ideológica, como en lo mejores tiempos de la guerra fría. Por eso, para unos la realidad es verde, para otros roja, aunque tengan los mismos datos, en el mismo escenario y con los mismos personajes. Y eso no es malo de por sí. Lo grave es que de un lado hay una actitud antidemocrática al no aceptar la voluntad popular ratificada en siete elecciones consecutivas. Aquí ni hubo lucha armada, ni asalto al poder y mucho menos derrocamientos ilegales. Todo lo contrario. Pero a esos sectores (de derecha y de espionaje al estilo gringo) no les agrada y hacen todo para neutralizar o aniquilar este proceso, para lo cual se valen de abogados, editorialistas, periodistas, jefes de redacción, entrevistadores, analistas y ex oficiales.

lunes, 27 de julio de 2009

Que los viejos no estudien

Varios estudiantes del Primer Programa de Doctorado en Salud Colectiva, Ambiente y Sociedad, de la Universidad Andina “Simón Bolívar”, le escriben al presidente de la Corte Constitucional para manifestarle que la convocatoria de becas de la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología comete dos inconstitucionalidades: atenta contra los derechos de los ecuatorianos por ser discriminatorios al poner límites de edad para la aplicación de becas: 40 años para Maestría, 45 para Doctorado y 50 para Postdoctorado; y viola sus derechos por ser discriminatorios con los ecuatorianos que quieran estudiar dentro del país, al señalar que las becas serán exclusivamente para estudios en el exterior.
Para ello se apoyan en el Artículo 11 de la Constitución vigente que dice: “Nadie podrá ser discriminado por razones de etnia, lugar de nacimiento, edad, etc.”. Y también en los artículos 85 y 341, donde se destaca que si se vulneran derechos las instituciones deben adoptar medidas alternativas y también que el Régimen del Buen Vivir “generará las condiciones para la protección integral de sus habitantes a lo largo de sus vidas, que aseguren los derechos y principios reconocidos en la Constitución, en particular la igualdad en la diversidad y la no discriminación, y priorizará su acción hacia aquellos grupos que requieran consideración especial por la persistencia de desigualdades, exclusión, discriminación o violencia, o en virtud de su condición etaria, de salud o de discapacidad”.
Al leer esto saltan a la vista dos cosas también: cuánto cambió este país en cuestión de garantías ciudadanas con la nueva Constitución y qué difícil cambiar la mentalidad de alguna gente. Solo por reflexionar: quienes tenemos más de 40 años y mucho más quienes tienen más de 50 años, hace 20 no teníamos las opciones de estudiar que ahora tienen los de más de 20. En otras partes del mundo es ‘normal’ ver a ‘viejitos’ estudiando pasados los 60. Mucho más cuando a cierta edad ya no se tienen los recursos para ir a una universidad y las becas, se supone, son un estímulo para el desarrollo académico.
No se puede seguir pensando que solo en el exterior se aprende mejor. Cierto que en determinados campos hay mayor desarrollo, pero por suerte en este país, como lo reconocen algunos extranjeros, hay académicos de calidad y por eso latinoamericanos, ‘gringos’ y europeos vienen a prepararse. Un síntoma de eso que llaman ‘subdesarrollo’ es pensar que lo de afuera es lo único bueno. Y con esa idea se imitan centros comerciales, malecones y hasta instituciones pensando que si ‘copiamos bien’ vamos a dejar el ‘subdesarrollo’.
Para ciertos funcionarios, la Constitución sigue siendo papel mojado, no la leyeron antes de votar SI. O por encima de los derechos están sus particulares consideraciones ‘técnicas’ o burocráticas.
El Ecuador requiere de personas adultas tan o más preparadas que las nuevas generaciones porque muchas cosas que ahora se aprenden no estuvieron hace cinco años apenas. Todo país demanda que sus adultos mayores sean sabios capacitándose siempre para ser ciudadanos a plenitud y no usuarios de ancianatos.

viernes, 24 de julio de 2009

Indios y afros, ¿out?

Por los datos, fríos y ratificados, en la próxima Asamblea Nacional habrá cuatro curules para representantes indígenas y cero para afroecuatorianos. Sin mencionar lo que ocurre en concejalías y alcaldías. Y esto da para pensar varias cosas.
La primera que se me ocurre es que el racismo no ha reducido su incidencia en la acción electoral, porque en la sociedad misma impera en todas sus expresiones. ¿O no fue suficiente muestra lo que hicieron con el seleccionado del Ecuador, el futbolista Felipe Caicedo, en ese restaurante guayaquileño? Sin embargo, sería demasiado simple y aventurado cargar el peso del racismo en la reducida representación política pues para verificarlo habría que hacer una investigación de fondo con una muestra grande y polarizada de los votantes. De todos modos, sí creo que hay racismo en algunos movimientos que ponen en lugares secundarios de las listas a representantes afros o indios de modo que por más campaña que se haga, nunca llegarán a ocupar los primeros puestos. Y eso es digno de otros análisis y estudios.
Lo que se me ocurre pensar es que hay un deterioro de la tarea esencialmente política de las organizaciones indígenas y negras del Ecuador. En los dos casos se observan unas divisiones enormes, unas disputas internas insospechadas, una carencia de cuadros representativos y líderes que no han logrado ‘cautivar’ al electorado. Una prueba de ello es la intensa y a ratos virulenta disputa por la alcaldía de Cotacachi. Y si a eso se suma una carencia de propuestas reales y efectivas para sus propios electorados, el resultado está a la vista. Incluso, añadiría que en algunas zonas, como la Amazonía y en la Sierra Central, las alianzas con aquellos sectores opositores a Rafael Correa les perjudicó porque perdieron credibilidad. Todo en perjuicio de todas las poblaciones más pobres y deprimidas del país, más en el caso de los negros y negras.
Lo cierto es que los movimientos indígena y afroecuatoriano entraron en un momento particular de sus historias internas y hacia el resto de la sociedad. En algunos casos cayeron en los mismos vicios y errores de los mestizos, trasladando sus prácticas más cuestionadas a las de un sector que aparecía como una expresión de renovación y cambio. Es tan así que las llamadas bases de los movimientos mencionados les dan el voto a representantes mestizos y de derecha que jamás habrán pensado en reivindicar sus derechos conquistados y plasmados en la nueva Constitución. ¿Entonces? Ni siquiera han podido ofrecer una práctica y un discurso político que eleve el debate y garantice la respuesta efectiva a las enormes demandas étnicas.
Y no quiero pensar con esto que por no tener representación en la próxima Asamblea no tendrán una expresión política real y garantía de profundizar sus reivindicaciones. Todo lo contrario: ojalá con esto su actuación política adquiera otras formas de lucha, pues más allá de lo conquistado en la Constitución y algunas leyes queda mucho por hacer en el campo de la educación, la cultura y la misma política. ¿O acaso por tener un ministro negro en Cultura o india en la Comunicación las cosas cambiaron radicalmente?

martes, 21 de julio de 2009

Fiestas julianas

La fiesta, por encima de sus convocatorias históricas e institucionales, tiene un componente cultural insospechado: recuerda, conmemora y también proyecta. O sea: las fiestas de aniversario por lo general apuntan hacia el futuro antes que al pasado. Claro, porque con los pies en la memoria y en la celebración fijan el presente como un hecho histórico del próximo futuro.
Y parece que en la municipalidad guayaquileña eso no se entiende o, quisiera creer, no se ha puesto a pensar en lo significativo que es celebrar de un modo o de otro. Olvida por ejemplo que lo guayaquileño se sigue transformando, no es una identidad estática ni devenida desde el pasado lejano. Al contrario: ese guayaquileñismo del que le oigo hablar al acalde (como él se autoasume como referencialidad de la identidad cultural de su ciudad) no corresponde a una visión histórica integral y mucho menos a una proyección futura de lo que esa ciudad es y se va haciendo. Él habla desde las élites y refiere a los demás como un solo cuerpo social sin ninguna contradicción, bajo una sola bandera y dentro de un mismo marco ideológico.
Cuando esas élites guayaquileñas celebran las fiestas julianas están imponiendo un modo de ver la historia y otro de construir el futuro. ¿No es eso acaso una forma de totalitarismo que se filtra por esos discursos unificadores, autonomistas, anticentralistas? Y tienen todo el derecho de querer imponer su visión y hasta su exclusión cultural, pero no deben desconocer que la construcción de la ciudad, como de los espacios públicos, requiere de participación y presencia de todos y todas. ¿No está dejando a un lado, en la construcción del guayaquileñismo (si existiere como categoría) a ese enorme componente indígena que hace la ciudad presente? ¿No es relegada de esa construcción la comunidad asiática con ya una larga presencia en el comercio y en la vida cotidiana (otra forma de entender la cultura)?
Uno revisa el programa de fiestas municipales y advierte de inmediato que ganar una elección no va más allá de una aspiración de poder y no una concepción cultural, histórica, social y hasta económica del presente que les toca administrar y potenciar en todas sus dimensiones, que debe manifestarse en coyunturas como las de estas fiestas. Y esa aspiración (legítima) de poder no se concreta más que en la reproducción (sospecho que insensata) de lo que ni siquiera ya corresponde a una identidad local, sino a una copia de una metrópoli con la cual no nos enlazan ninguna identidad cultural, por más que lo disfracen de azul y blanco, por más que se coloquen ciertos héroes locales, que más huele a mascarada.
No estaría mal escuchar de las autoridades locales, municipales y gubernamentales, en estas fiestas, cómo imaginan la ciudad del futuro inmediato y de cómo quieren heredar a las próximas generaciones una impronta identitaria desde este presente complejo. Sería bueno invitarnos a pensar en la gestación de unos imaginarios potentes para invitarnos a ser habitantes de una urbe que se ‘regenera’ en todos sus espacios y vivencias, en las relaciones sociales y en las construcciones culturales incesantes.

jueves, 16 de julio de 2009

Chávez hasta en la sopa

Hay ciertas fijaciones que revelan complejos, traumas o simplemente posturas políticas que se entienden pero no se justifican. Por ejemplo: hay una persistente fijación de algunos analistas, entrevistadores y sujetos políticos en la figura de Hugo Chávez Frías. No hay entrevista, comentario y supuesto análisis que no lo mencione como el gestor de la Revolución Ciudadana ecuatoriana. Y todo eso, así categóricamente, no solo que es una mentira enorme sino que nos subestima, nos insulta como ciudadanos y actores sociales, en general.
Por mencionar algo: la propuesta de la Asamblea Constituyente nació, en este, nuestro país, en 1990, con el levantamiento indígena y ha sido bandera de todos los movimientos sociales en estos casi 20 años. Fue también la propuesta tras las caídas de los tres presidentes defenestrados. Y cada uno de los postulados que trae la nueva Constitución han sido demandas de los actores sociales en los últimos 30 años, pocos de los cuales fueron recogidos en la del 98, por eso su ineficiencia e intrascendencia política.
En el campo de la prensa, hay medios que entrevistan a los opositores a Chávez para llenarse de razones en su oposición a Rafael Correa, igualito que hacen los ‘cuadros’ de Sociedad Patriótica al ir a Colombia para hablar con los abogados y coidearios de Álvaro Uribe. Y más: creen que la libertad de expresión está en riesgo porque se copia lo que ha hecho Chávez. Solo quedaría por comparar las legislaciones de los dos países para mirar cuánto ‘influye’ en cada país lo que hace el otro.
¿Y quién dice algo cuando prominentes organizaciones y personalidades traen a los ‘capos’ del neoliberalismo a salones y conferencias para ‘aconsejarnos’ lo que hay que hacer aquí? Viene Álvaro Vargas Llosa y entusiasma a unos cuantos, recogen sus postulados y se convierten en tesis de editoriales y entrevistas. ¿Y?
Lo digo abiertamente: no me cuadra del todo Hugo Chávez, creo que tiene unas limitaciones políticas e intelectuales enormes, que no convocan a un reconocimiento político reflexivo. No dudo que su capacidad política le tiene donde está, pero eso es una responsabilidad de los venezolanos y sólo a ellos les corresponde explicarse y entenderse. Sin embargo, ¿Chávez no es producto de una clase política demócrata cristiana y socialdemócrata corrupta, incapaz, mediocre, abusiva? ¿No es esa clase la que ahora ‘lucha’ por las libertades de los venezolanos?
En Ecuador hay suficiente capacidad y creatividad política como para no someter nuestros cerebros a una copia de un proyecto a la ‘venezolana’. Pruebas al canto: una Constitución hecha con la gente de acá, con millón problemas, pero a nuestra medida y sin asesoramiento alguno (aunque digan que hubo españoles, solo falta preguntarles a ellos qué pusieron, qué quitaron, cuánto aportaron y dónde está su huella). En este país hay un movimiento social que jalonó todo el proceso, una diversidad cultural y étnica que se expresa y unos medios de comunicación que no se doblegarán ni frente a la empresa privada, ni a ningún gobierno, pero que no necesariamente son los que dicen abanderar la causa de la libertad de expresión y menos la de prensa.

lunes, 13 de julio de 2009

Ya no iremos al infierno

Por muchas manos circula el Decreto N.° 1780 del 12 de junio de 2009, por el cual las misiones católicas de capuchinos en Aguarico, josefinos en Napo, dominicanos en Puyo, salesianos en Méndez, combonianos en Esmeraldas, carmelitas en Sucumbíos y franciscanos en Zamora y Galápagos adquieren unos ‘privilegios’ y unas potestades que de extenderse por todo el país volveríamos a ser lo que muchos añoraron por siglos: el Estado fiscomisional para que nuestro lugar en el reino de los cielos esté asegurado y no temamos más nunca por una paila en el quinto infierno.
Si nos atenemos a los hechos, el 64% de la población votó a favor de una Constitución que propugna un Estado laico (independiente de toda organización o confesión religiosa). Ese mandato impone una forma de concebir la organización social, incluida la educación. Por eso, ¿este decreto ordena “a trabajar con todo afán en pro del desarrollo, evangelización e incorporación a la vida socio-económica del país, de todos los grupos humanos que habitan o habitaren dentro de la jurisdicción territorial encomendada a su cuidado, exaltando los valores de la nacionalidad ecuatoriana"? Abro y cierro los ojos y no cacho qué mismo pasa en el Ecuador del siglo XXI.
De hecho, en las zonas mencionadas hay un enorme componente étnico que no sé por dónde se identificará con “los valores de la nacionalidad ecuatoriana”. Y es de esperar que de aplicarse a pie juntillas, el decreto nos devuelva toda la bondad y respeto que las religiones tuvieron con las comunidades indígenas y negras del continente. Es decir: tendremos en el futuro indios limpios y obedientes, negros pasivos y no gritones, como siempre anhelaron todas las congregaciones y que en 500 años no lo pudieron hacer. ¡Ahora parece más fácil!
Según ese decreto el Estado les apoyará en todo, con plata, apertura de caminos, organizando comunas y cooperativas, apoyo de personas naturales y jurídicas, nacionales o extranjeras, para crear emisoras de radio y televisión, hospitales, hogares para la tercera edad, etc. O sea, ¿una gran cruzada en las provincias y zonas de mayor atraso económico?
Siempre queda la duda que motiva la discusión entre los revolucionarios de todas las naciones: ¿entre los más dilectos amigos del cambio hay o no una inclinación religiosa que a ratos les confunde con los más acérrimos curuchupas de cualquier época? ¿Debemos suponer que ese generoso apoyo a los educadores religiosos es porque los ateos maestros de la UNE son unos irresponsables que no hacen bien su trabajo? ¿Y por tanto buscamos la solución en los puros, castos, honestos y generosos maestros creyentes? No dudo que muchos lo son, pero…
Una educación laica, por principio, profesa y genera valores democráticos. Así lo imaginó Eloy Alfaro y por eso lo mataron. ¡Diablo Alfaro! Y un siglo después, ¿nos hemos dado cuenta que tenían razón aquellos que lo asesinaron? ¿Que no sirvió de nada la Revolución Alfarista y que colegios como el Mejía deben incluir clases de religión para que no sean tan rebeldes y ya por fin sienten cabeza?

Màs en: http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnista/archive/opinion/columnistas/2009/07/13/Ya-no-iremos-al-infierno.aspx

miércoles, 8 de julio de 2009

Círculos rosa

El lenguaje machista y homofóbico se usa como herramienta política para desacreditar al rival. ‘Solvencia testicular’ fue creación de LFC para decirle al país que él era bien macho y con ello estaba garantizado su respeto y autoridad frente a los ‘insolventes testiculares’ (homosexuales, cobardes, débiles, flojos, etc.). Con esa frase muchos se regocijaron y hasta hubo un entrevistador que la usó, palabras más palabras menos, para decirle al actual presidente que él sí era bien machito y que Rafael Correa era una ‘hembrita’.
¿Por qué no se dice solvencia vaginal? ¿Qué hay en esas mentes para imaginar que los testículos son la figura y el órgano de lo poderoso? ¿Una patada ahí no prueba que son, materialmente, lo más débil de un hombre ‘bien macho’?
Y cuando se dice ‘círculo rosa’ ¿a dónde apunta el mensaje? Exclusivamente a descalificar, de modo machista, a los partícipes del círculo, como homosexuales. Con eso, políticamente, se habría logrado una estocada. El mensaje es: esos que rodean al Presidente son maricones, homosexuales, gays, lesbianas. Por tanto no están calificados para aconsejarle, ayudarle, asesorarle, etc. Asimismo, por más pruebas que se presenten, la sonrisa que expresan quienes pronuncian esas frases son las del homofóbico por excelencia que aspira con ello sintonizarse con la mayoría de la población que, aparentemente, sostiene valores en contra de la homosexualidad. O sea una mayoría bien machita, machista, solvente testicular.
La forma de ejercer el poder en el Ecuador, durante siglos, ha sido con base en el machismo. Ese poder se ejerce en la cama, en la casa y en la vida pública. Pero al mismo tiempo ese modo de ejercer el poder crea su propia resistencia o rebeldía. Así, quien quiere imponerse descalificando al otro como rosa o insolvente testicular, no solo que exhibe su propia insolvencia para usar un lenguaje que ha ido reconfigurándose porque las prácticas –a pesar de los prejuicios- han dado paso a formas de tolerancia y aceptación de las opciones sexuales de cada uno. Quedan muchos, es cierto, pero son cada día menos los que gozan con esas frases, pues bien puede ocurrir que un hermano, primo, cuñado, hermana, padre, madre o cualquier pariente sea homosexual o lesbiana.
Sorprende que las organizaciones GLBTI ante ese tipo de acciones públicas no reaccionen o por lo menos propongan un debate público sobre lo que implica la descalificación por la opción sexual. Igual cuando les suspenden los permisos para usar los espacios públicos y expresar sus opiniones. De hecho, durante la semana del Orgullo Gay ningún entrevistador ‘bien machito’ invitó a su programa a un gay, lesbiana, bisexual, travesti o intersex de este país. Varios datos indican que entre un 5% y un 10% de la población mundial es homosexual. ¿Entonces? ¿No existen y, por eso, no pueden ser entrevistados?
Es más rápido hacer un contrato con el Estado, aunque sea con ‘cortinas’ panameñas, que cambiar la mentalidad para reconocer y aceptar al otro, al diferente, al que en cualquier momento nos puede amar por ser del mismo sexo, quizá mucho mejor que lo haría el del otro sexo.

Ver más: http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnista/archive/opinion/columnistas/2009/07/08/C_ED00_rculos-rosa.aspx

lunes, 6 de julio de 2009

Jorge Enrique, el sabio

Aún conservo dos hojas de papel de su ‘puño y letra’. Le pedí una entrevista y me dijo que los periodistas todo lo tergiversan y por tanto me entregaría por escrito, “exactamente en el tamaño que salga en el periódico”. Aunque ya no hubo grabadora de por medio, al ir a retirar esas dos hojas hablamos del tema de la entrevista y fue intenso el diálogo, a ratos peleadito, porque yo no aceptaba su respaldo a quien en meses después sería presidente y él decía: ¿Por qué no? Si nos volviéramos a ver estaríamos en las posiciones contrarias y podríamos hablar con la misma intensidad, salvo porque en esa ‘discusión’ yo aprendí mucho: su sabiduría estaba plagada de memoria y reflexión, dos cosas que pocos ejercitan en estos tiempos de supuesta intensidad política.
Han pasado exactamente 11 años de aquella entrevista y de ese diálogo inolvidable para mí. La entrevista fue por su libro Ecuador: señas particulares. Meses después volvimos a tener un intercambio de palabras, un tanto amargas, pues como era Jorge Enrique Adoum, no aceptaba fácilmente una crítica y la tuve que hacer por un texto, que hasta ahora afirmo que él no lo revisó y salió mal a la imprenta. Luego hablamos solo por teléfono unas dos ocasiones y en una de ellas me dijo: “Querido Orlando te va a tocar vivir lo complejo de hacer una revolución”. Y añadió con un hondo respiro, como si soltara una bocanada de humo de cigarrillo: “Al final de mi vida por fin veo la luz en este horizonte que a ti y a otros les tocará entender”. Ocurrió hace dos años cuando le solicité ir a mi programa de radio, pero no quiso. Le molestaba movilizarse. Me aclaró que de política ya no quería hablar. ¿Y de poesía? “Que lean a los autores de los cuales aprendí”. Con ello dio otra lección que difícil uno olvida.
Podríamos no coincidir en muchas cosas, pero era innegable su sabiduría, sensibilidad, lucidez para abordar los temas del ser humano. Innegable también fue su mordaz ironía y contundencia para calificar a sus contradictores y críticos, lo mismo por la pobreza de los argumentos y las poses de los supuestos intelectuales. Muchos jóvenes se le acercaban para pedirle consejo, regalarle un ejemplar de sus poemas o simplemente para firmar uno de sus numerosos libros. Esa tarde de la entrevista me contaba: “Mira: vienen por aquí, me ven y se van. Yo me pregunto si algo se llevan de mi esos jóvenes que ahora aman la poesía, pero luego pueden hacerse empresarios o burócratas”. Dejó correr un silencio seco y acotó “Ahí no sé para qué sirve lo que escribo”. Y como lo dijo en varios textos y entrevistas: “La poesía no sirve para nada, solo para vivir”. Así era, así está en nuestra memoria: exacto, mordaz, cauto y pausado para expresar lo mejor posible, tal como es su poesía y su narrativa poética.
Aunque recurra a un lugar común: Jorge Enrique Adoum fue un actor activo del pensamiento del siglo XX, en toda su intensidad. Y en ese pensamiento se expresó su ‘izquierdismo’ que para algunos resultaba añejo. El tiempo le dio la razón: vivimos una época que él también contribuyó a gestarla, al sostener la utopía como un señuelo de ternura y paz.

miércoles, 1 de julio de 2009

Dejemos el duelo

Me cuentan que un ex articulista y actual ministro habría dicho en una conversación de amigos que el problema del Ecuador ahora es que luego de haber enterrado a la partidocracia no podemos salir del duelo. Palabras más, palabras menos la idea está ahí y revela metafóricamente lo que impide avanzar a los propios actores de la Revolución Ciudadana, a sus opositores y a sus detractores o críticos.
En términos sicológicos vulgares salir del duelo implica aceptar la ruptura, dejar atrás el dolor de algo, superar la situación y afrontar la nueva realidad. Claro porque el duelo es el dolor, es el trauma ocasionado por algo fuerte y contundente. Si ya tenemos una nueva Constitución, afrontamos la creación de una nueva institucionalidad y vemos que hacia delante tenemos muchas cosas todavía por hacer, lo más saludable (política y sicológicamente) es no insistir en los ‘muertos’ que quedaron atrás sino en los nuevos retos y en la potente memoria que vamos a construir desde este presente.
Sin embargo, entiendo que esto ocurra: ciertas fuerzas políticas y sociales se resisten al cambio. Incluso puede ocurrir que se produzcan fenómenos de retroceso (como eso de imponer sobre el nombre de Simón Bolívar el de un ex mandatario de triste recordación para muchos). También ocurre que algunos personajes que sospechábamos progresistas, de ideas de avanzada, ahora se junten o actúen como verdaderos paladines de un liberalismo rancio, en defensa de una modernidad que ya no cuenta. Nos sorprendemos con supuestos socialdemócratas que creen que la política es un asunto de leyes y formalidades fatuas, que no tienen la autoridad moral para dar clases de política cuando en sus organizaciones no fueron capaces de movilizar ni a sus secretarias.
También quiero entender que no enterrar definitivamente (eso es el duelo) a la partidocracia para otros significa sostener un discurso de rechazo a esa forma de actuar políticamente para no proponer otro renovado, la acción ciudadana que requerimos como forma de ser de acuerdo con los nuevos tiempos. Sospecho que algunos, entre ellos defensores a capa y espada de la revolución ciudadana, no imaginan un nuevo relato político tras la muerte de la partidocracia y menos proponen otros actos simbólicos que le den sustento a lo que culturalmente y políticamente llamamos el Buen Vivir.
Entonces también entiendo que los tiempos de la política son mucho más lentos y fermentados que los de la inmediatez que reclaman los medios y algunos incisivos detractores de cambios urgentes. Mucho más cuando el Ecuador es un universo con muchos agujeros negros por donde explotan y saltan de rato en rato los conflictos menos esperados, aunque tengamos una Constitución garantista y la legalidad invoque construir una institucionalidad sólida. Por tanto, me cuesta entender que no miremos hacia adelante para dar saltos de calidad y siempre arrastremos, como una carga pesada, ese pasado inmediato y frenar todo desarrollo complejo, difícil.
¿Nos hacen falta pedagogías y metodologías para desembarazarnos de lo oprobioso y hasta pestilente que es hablar de la partidocracia como la única razón de nuestro cambio?

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martes, 30 de junio de 2009

Fingidos y afectados

El escritor peruano Fernando Iwasaki, en un excelente ensayo histórico (re Publicanos, cuando dejamos de Ser Realistas) dice que la sociedad hispánica es “tan propensa al fingimiento y la afectación”. Lo dice tras analizar cómo la herencia española marcó el devenir de sus colonias en América.
Y sí: somos tan propensos a esos dos estados y los revelamos cuando hay crisis, más en estos tiempos de crisis de pensamiento, representatividad y de cambio de época. Para los analistas mediáticos el deber ser lo es todo, nos quieren imponer su moralidad como si fuese la única y hasta creen que con eso su entrada al cielo está garantizada aunque en la tierra se conviva de otros modos porque son otros los tiempos. Están afectados, dolidos, resentidos, pero sobre todo fingen y ahí es cuando más revelan sus complejos y carencias. Sobre todo fingen: ser cultos, probos, leídos y escribidos, responsables e impolutos. Y para mal de males: son poco leídos, copian, citan como si habrían leído toda la obra y solo buscan la frase que les calce en su odio, irresponsables con sus audiencias porque no investigan, piensan poco e imaginan mucho.
El diario Expreso, por excepción en la rutina periodística del Ecuador, hace un buen trabajo y revela los negocios del hermano del presidente y los editores de la competencia lo siguen, sin citarlo, sin emular su trabajo, copiando muchas declaraciones de la televisión y a eso le llaman periodismo y libertad de prensa. Ahora se regocijan por el trabajo ajeno y no son capaces de imitar aunque sea por fingimiento. Esa ‘competencia’ grita al unísono el ‘primer triunfo’ frente a la Revolución Ciudadana y andan chinchosos, pero se dejan ver las costuras en la primera de marras. No han entendido, como dice José Antonio Marina que “cuando aumenta la inteligencia y la complejidad social, aumenta la complejidad de las relaciones de poder”.
Claro, apenas el presidente reconoce el error de su hermano, anticipa que si en su gobierno hubo complicidad habrá sanciones, inmediatamente imponen su moralina y sugieren que ahora sí han descubierto el verdadero rostro de este proceso. ¿Hasta cuándo esperamos los lectores ecuatorianos el reportaje que revele eso que ellos dicen y no prueban? ¿Qué entienden por periodismo responsable los editorialistas, los del mismo diario que hizo la investigación, cuando fingen y se afectan porque no tienen otras pruebas para atacar? ¿Seguirán copiando el trabajo responsable de otros sin modificar el suyo o por lo menos aprenderán que hay otras formas de hacer periodismo que no estén cargadas de adjetivos, especulaciones y rumores?
Ese fingimiento y afectación del que habla Iwasaki solo desnuda esa herencia española para mostrarnos que para analizar lo que ocurre en estos tiempos hay que tomar en cuenta lo que ocurrió en los últimos 30 años. Rafael Correa, con todas sus fortalezas éticas, mostró que la ambición de un pariente no puede acabar con la lucha de gente que se ha jugado por un cambio revolucionario y no solo por imponer un slogan. Y eso es una muestra de compromiso ético, que debe ser la norma de este proceso, un precedente único y referencial por siempre.

jueves, 2 de abril de 2009

Las discriminaciones reales


El 21 de marzo se conmemoró el Día Contra la Discriminación Racial. Un día que en épocas de campaña electoral pasó recontradesapercibido por los candidatos y por algunos medios de comunicación, hasta donde se ha podido ver y registrar. De hecho, el lunes pasado este diario publicó un informe, con ocho días de retraso a la fecha de esa conmemoración, que muestra cifras de una situación grave, muy grave, sobre la explotación laboral a indígenas y afroecuatorianos.

Y es que la discriminación racial no deja de ser una de las lacras de la humanidad, la que prueba el estado real de la convivencia humana y democrática y, particularmente, de que en el escenario de las disputas políticas, en los medios, no hay cabida para el debate de los temas que de verdad comprometen el desarrollo de la sociedad.

La otra discriminación (real) es el silencio y el vacío (mediático). La agenda noticiosa está marcada, en muchas ocasiones por el cumpleaños de un presentador de televisión o por las reacciones a las críticas presidenciales a la labor de los periodistas, pero no por lo que le preocupa, afecta o cambia la vida a más de la mitad de la población. Los negros y los indios son noticia cuando juegan fútbol o cuando hacen justicia por mano propia. Ahí caben todas las imágenes y toda la imaginación de los reporteros, sin descontar toda la ‘sabiduría’ de los comentaristas para señalar lo grave del linchamiento o lo mal que actuó el jugador ‘moreno’ de la selección.

Esa discriminación real y cotidiana revela con mucha intensidad que la apología a la diversidad y a la pluriculturalidad del Ecuador se queda, regularmente, en slogans, discursos y en membretes, pero no en las prácticas profesionales y en las rutinas de los políticos ni de los comunicadores. Y no solo por evocar una conmemoración o hacer folclor de ese día, sino que esa apología debe ir más allá: este país requiere que se nos recuerde constantemente que hay un grupo de ciudadanos y ciudadanas que no obtienen trabajo por su origen étnico y que ellos trabajan mucho más que los demás (como prueba el informe del lunes de El Telégrafo) y ganan mucho menos que los otros, los que tienen otro color de piel.

La demanda de tolerancia no es solo para protegerse de las críticas sino para que en el día a día mostremos el país que queremos. No es dable y menos aceptable mediáticamente que el vacío o el silencio sobre los problemas esenciales de la nación sean la marca de la agenda política y mediática. Si pusiéramos sobre un cedazo los asuntos de mayor interés del país, es posible que no quedaría ninguno de los que ocupan los titulares de los diarios tradicionales y menos de los informativos de televisión.

Pero claro, el tema de la discriminación racial conlleva profundamente un trabajo pedagógico, cultural y político que no está al alcance de algunos medios de comunicación, ni por su naturaleza, ni por sus intereses mercantiles, lastimosamente.

Eso sí: es una responsabilidad estatal, gubernamental y municipal, imponer esos temas como la prioridad de la agenda del discurso oficial también. ¿O no? ¿Si no sirve para eso el poder para qué más tiene que servir?

martes, 24 de febrero de 2009

Regreso a casa

Salto de la cama. Alguien a mi lado me dice: "No te vayas". Todo es distinto. Y recién despierto, lamento. En una pizca invaden la pena, la vergüenza, la culpa. !Qué mismo! El frío no pide permiso. El piso, la baldosa, arrastran el frío de toda la noche. Mi nariz congestionada espanta. La mente recupera ciertas imágenes: senos, piernas duras, labios húmedos. Sobre todo mis manos, cómo recorren mis manos. !Qué mismo!

Y al llegar a la casa me pregunto por qué uno desafía su propia voluntad y se deja llevar por un llamado generoso y tentancular...

Mi casa, mi cama, mi cocina, mi baño, mis ventanas, el Pichincha al fondo, piden una explicación...

Aquí todo es más calientico, amable, mío.