martes, 21 de julio de 2009

Fiestas julianas

La fiesta, por encima de sus convocatorias históricas e institucionales, tiene un componente cultural insospechado: recuerda, conmemora y también proyecta. O sea: las fiestas de aniversario por lo general apuntan hacia el futuro antes que al pasado. Claro, porque con los pies en la memoria y en la celebración fijan el presente como un hecho histórico del próximo futuro.
Y parece que en la municipalidad guayaquileña eso no se entiende o, quisiera creer, no se ha puesto a pensar en lo significativo que es celebrar de un modo o de otro. Olvida por ejemplo que lo guayaquileño se sigue transformando, no es una identidad estática ni devenida desde el pasado lejano. Al contrario: ese guayaquileñismo del que le oigo hablar al acalde (como él se autoasume como referencialidad de la identidad cultural de su ciudad) no corresponde a una visión histórica integral y mucho menos a una proyección futura de lo que esa ciudad es y se va haciendo. Él habla desde las élites y refiere a los demás como un solo cuerpo social sin ninguna contradicción, bajo una sola bandera y dentro de un mismo marco ideológico.
Cuando esas élites guayaquileñas celebran las fiestas julianas están imponiendo un modo de ver la historia y otro de construir el futuro. ¿No es eso acaso una forma de totalitarismo que se filtra por esos discursos unificadores, autonomistas, anticentralistas? Y tienen todo el derecho de querer imponer su visión y hasta su exclusión cultural, pero no deben desconocer que la construcción de la ciudad, como de los espacios públicos, requiere de participación y presencia de todos y todas. ¿No está dejando a un lado, en la construcción del guayaquileñismo (si existiere como categoría) a ese enorme componente indígena que hace la ciudad presente? ¿No es relegada de esa construcción la comunidad asiática con ya una larga presencia en el comercio y en la vida cotidiana (otra forma de entender la cultura)?
Uno revisa el programa de fiestas municipales y advierte de inmediato que ganar una elección no va más allá de una aspiración de poder y no una concepción cultural, histórica, social y hasta económica del presente que les toca administrar y potenciar en todas sus dimensiones, que debe manifestarse en coyunturas como las de estas fiestas. Y esa aspiración (legítima) de poder no se concreta más que en la reproducción (sospecho que insensata) de lo que ni siquiera ya corresponde a una identidad local, sino a una copia de una metrópoli con la cual no nos enlazan ninguna identidad cultural, por más que lo disfracen de azul y blanco, por más que se coloquen ciertos héroes locales, que más huele a mascarada.
No estaría mal escuchar de las autoridades locales, municipales y gubernamentales, en estas fiestas, cómo imaginan la ciudad del futuro inmediato y de cómo quieren heredar a las próximas generaciones una impronta identitaria desde este presente complejo. Sería bueno invitarnos a pensar en la gestación de unos imaginarios potentes para invitarnos a ser habitantes de una urbe que se ‘regenera’ en todos sus espacios y vivencias, en las relaciones sociales y en las construcciones culturales incesantes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario