lunes, 13 de julio de 2009

Ya no iremos al infierno

Por muchas manos circula el Decreto N.° 1780 del 12 de junio de 2009, por el cual las misiones católicas de capuchinos en Aguarico, josefinos en Napo, dominicanos en Puyo, salesianos en Méndez, combonianos en Esmeraldas, carmelitas en Sucumbíos y franciscanos en Zamora y Galápagos adquieren unos ‘privilegios’ y unas potestades que de extenderse por todo el país volveríamos a ser lo que muchos añoraron por siglos: el Estado fiscomisional para que nuestro lugar en el reino de los cielos esté asegurado y no temamos más nunca por una paila en el quinto infierno.
Si nos atenemos a los hechos, el 64% de la población votó a favor de una Constitución que propugna un Estado laico (independiente de toda organización o confesión religiosa). Ese mandato impone una forma de concebir la organización social, incluida la educación. Por eso, ¿este decreto ordena “a trabajar con todo afán en pro del desarrollo, evangelización e incorporación a la vida socio-económica del país, de todos los grupos humanos que habitan o habitaren dentro de la jurisdicción territorial encomendada a su cuidado, exaltando los valores de la nacionalidad ecuatoriana"? Abro y cierro los ojos y no cacho qué mismo pasa en el Ecuador del siglo XXI.
De hecho, en las zonas mencionadas hay un enorme componente étnico que no sé por dónde se identificará con “los valores de la nacionalidad ecuatoriana”. Y es de esperar que de aplicarse a pie juntillas, el decreto nos devuelva toda la bondad y respeto que las religiones tuvieron con las comunidades indígenas y negras del continente. Es decir: tendremos en el futuro indios limpios y obedientes, negros pasivos y no gritones, como siempre anhelaron todas las congregaciones y que en 500 años no lo pudieron hacer. ¡Ahora parece más fácil!
Según ese decreto el Estado les apoyará en todo, con plata, apertura de caminos, organizando comunas y cooperativas, apoyo de personas naturales y jurídicas, nacionales o extranjeras, para crear emisoras de radio y televisión, hospitales, hogares para la tercera edad, etc. O sea, ¿una gran cruzada en las provincias y zonas de mayor atraso económico?
Siempre queda la duda que motiva la discusión entre los revolucionarios de todas las naciones: ¿entre los más dilectos amigos del cambio hay o no una inclinación religiosa que a ratos les confunde con los más acérrimos curuchupas de cualquier época? ¿Debemos suponer que ese generoso apoyo a los educadores religiosos es porque los ateos maestros de la UNE son unos irresponsables que no hacen bien su trabajo? ¿Y por tanto buscamos la solución en los puros, castos, honestos y generosos maestros creyentes? No dudo que muchos lo son, pero…
Una educación laica, por principio, profesa y genera valores democráticos. Así lo imaginó Eloy Alfaro y por eso lo mataron. ¡Diablo Alfaro! Y un siglo después, ¿nos hemos dado cuenta que tenían razón aquellos que lo asesinaron? ¿Que no sirvió de nada la Revolución Alfarista y que colegios como el Mejía deben incluir clases de religión para que no sean tan rebeldes y ya por fin sienten cabeza?

Màs en: http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnista/archive/opinion/columnistas/2009/07/13/Ya-no-iremos-al-infierno.aspx

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