viernes, 13 de abril de 2012

El socialismo ya no es lo que era... Y su nuevo rostro, ¿se perfila más latino?

El biosocialismo, el biopoder, el buen vivir y más paradigmas se debaten en varios escenarios políticos. Una conversación con René Ramírez abre otros cauces a ese diálogo y coloca hitos en diversas reflexiones

Por Orlando Pérez

No es muy cierto que el marxismo se congeló. Quizá muchos marxistas no saltaron de sus postulados iniciales, los miraron y congelaron casi como hacen las iglesias con la Biblia. Lo cierto es que ahora “los marxistas” proliferan. Y proponen, desde diversas miradas, unas tesis y unos postulados que dejarían boquiabierto al propio Marx, levantarían de su tumba, lleno de emoción, a Lenin y devolverían al mismísimo Ché Guevara más ganas de guerrear por el mundo, con renovadas utopías.
Y todo ello ocurre, además, en territorios insospechados hasta hace una década. En los países ex socialistas de Europa del Este hay ahora potentes tesis de neomarxistas que se destacan tras el fracaso del neoliberalismo en la Europa Central. Uno de los más ponentes y paradigmáticos, el esloveno Slavoj Zizek, quien “levantó polvareda” con un libro como “Lenin reactivado. Hacia una política de la verdad” hace unos dos años. Y no hay que olvidar a Noam Chomsky, James Petras, Sami Nair, Samir Amin y Eduard Said.
Al comenzar este siglo, en América Latina la efervescencia de una supuesta sociedad civil (en esa concepción liberal que quedó postrada) que agitaba algunas ideas, pero en realidad eran los movimientos sociales los que ponían la marca, aunque en la prensa eso significara solamente bullicio y un desface con “el fin de la historia”.
Dirigentes e intelectuales orgánicos trabajaban casi en silencio y excluidos de los grandes escenarios políticos. Hay una lista larga de nombres y obras.
Significativamente, a la par, los movimientos políticos se “encausaban” en la toma del poder en algunos países sudamericanos. Uno de ellos, (Bolivia) tuvo a un presidente indígena y a un vicepresidente ex guerrillero. En otro, Brasil, un dirigente sindical llegaba a la presidencia y toda la oleada de intelectuales de izquierda de esa nación se incorporó al gobierno. Igual pasó en Uruguay y, en parte, en Chile, así como en Argentina.
El caso boliviano es el más significativo por su complejidad social, étnica y política. Y en esa nación y desde el ejercicio del poder, Álvaro García Linera ha construido unos conceptos y unas propuestas político-teóricas para entender mejor lo que estamos viviendo en el continente. Un documento profundo e inquietante es Las tensiones creativas de la Revolución. Allí hay unas luces sobre lo que ahora significa ser y estar en el Estado, cómo la sociedad se moviliza con el “poder” y con él construye políticas públicas, además de considerar cómo las nuevas condiciones obligan a una relectura del mismo marxismo y no desde la crítica y negación irracional del mismo. Y casi por la misma vía se encuentra Emir Sader, un intelectual brasileño que desata nuevas interpretaciones de la teoría marxista y la profundiza. Uno de sus textos más brillantes es Hegemonía y Contrahegemonía para otro mundo posible.
Y si hay un síntoma en los dos (sin desconocer a otros muchos) es que miran retrospectivamente a la izquierda latinoamericana reconociendo todos sus aportes sólidos, como en su momento lo sostuvo Mariátegui, por solo mencionar uno, pero también evaluándola críticamente a partir de 1959, cuando triunfa la revolución cubana. (vale la pena leer al respecto El Nuevo Topo, de Emir Sader) Por eso, ahora, esa memoria y ese cúmulo de experiencia política, les permiten a ellos diseñar unas visiones estratégicas del sendero a recorrer, pero también, por supuesto, del reciente proceso experimentado con la izquierda en el poder ya no en uno (como pasaba con Cuba) sino en varios gobiernos.
Y en todo ese panorama se inscribe la presencia de la Revolución Ciudadana en Ecuador. Un proceso visto desde afuera, al principio, con recelo y hasta indiferencia, pero ahora muchos más atendido y observado con por numerosos políticos, intelectuales y académicos.
Un libro que se aproxima testimonialmente a lo que es la Revolución Ciudadana, liderada por Rafael Correa, (para muchos) un “desconocido” revolucionario, es “Ecuador: una nueva izquierda en busca de la vida en plenitud”, de Marta Harnecker. Pero han sido los mismos actores de la Revolución Ciudadana los que, con más o menos intensidad, han reflexionado sobre lo que propusieron, vivieron y proyectan, aunque todavía es insuficiente y precario frente a lo que pasa, cuando ocurren estos procesos, en otros países.
La entrevista que sigue, con René Ramírez, es una aproximación fresca a lo que está pasando en Ecuador. Él ocupa un alto cargo en el Gobierno de Rafael Correa, pero desde hace algunos años transita por una teorización y una explicación práctica de la realidad que afronta este nuevo siglo.
Lo hace siempre con una claridad y una luminosidad puntillosa . Se “codea”, en sus trabajos y escritos (que no deja de publicar, a pesar de la carga burocrática de su función pública) con aquellos pensadores que en América Latina andan reflexionando sobre el devenir del continente. Uno de ellos, por ejemplo, es el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera. Otro es el brasileño Emir Sader. Pero con los dos puede tener puntos de contacto y algo que lo distancia profundamente: Ramírez va más allá del análisis y el diagnóstico, la reverencia a los clásicos y a ciertas escuelas. De lo que se narra en esta entrevista, de sus últimos libros y de charlas y conversas, sostenidas con puntos suspensivos o paréntesis entre encuentro y encuentro, hay una idea profundamente izquierdista que navega por su cabeza: la transformación del Ecuador no va a llegar apegada a ningún manual y mucho menos de la “cómoda” condición de ministro de Estado. Y algo más: la distancia plena que pone con la izquierda clásica y la que se quedó anclada en la protesta, a partir de unas propuestas teóricas para ecualizar el proyecto político en marcha, que en caliente afronta las dos tensiones de todo gobierno revolucionario: cambiar la realidad pensando en el futuro más promisorio y administrar el presente con todo el peso de las resistencias de la misma sociedad, como ya en su momento lo advirtieron los clásicos del marxismo y quienes han ejercido el poder.
¿Por qué debe entenderse el socialismo del buen vivir como un biosocialismo? ¿Qué lo caracteriza, identifica y particulariza del socialismo concebido por los clásicos Carlos Marx, Federico Engels y Lenin?
El socialismo del Buen Vivir es un pacto de convivencia que nace del pueblo ecuatoriano y que ha sido suscrito en la nueva Carta Constitucional firmada en 2008. En esta Constitución se plasma lo que yo he denominado socialismo del buen vivir o biosocialismo republicano. Simplificando, el núcleo de la apuesta del socialismo clásico fue el tema redistributivo, la igualdad. Sin lugar a dudas la igualdad tiene que seguir siendo uno de los pilares del socialismo del buen vivir. Pero, a mi modo de ver, la agenda de izquierda que esbozó el pueblo ecuatoriano en Montecristi no solo apunta hacia la búsqueda de igualdad. Existen otros temas adicionales que le dan una particularidad a nivel de las utopías constitucionales vigentes. Una de ellas es el paso del antropocentrismo al biocentrismo. Lo importante no es únicamente el ser humano sino la vida en su conjunto, incluso como parte constitutiva de la garantía de la propia vida de los seres humanos. Debemos recordar que Ecuador es el único país del mundo que en su Constitución garantiza los derechos de la naturaleza. A su vez, esta Constitución es republicana en el sentido de que busca una igualdad en el marco de la diferencia y en el marco de la construcción de una democracia no únicamente representativa sino participativa y deliberativa, en la que cada ciudadano no sólo tiene derechos sino obligaciones y responsabilidades para con la comunidad política.
A ese biosocialismo le otorgas una ética particular o muy propia. ¿Cómo se entiende esa ética, desde qué “moralidad”?
La ética del socialismo del buen vivir es una bioética, una ética de recuperación de lo público y lo común, una ética basada en la satisfacción de necesidades y que se sustenta en la igualdad de todos los seres humanos en el marco del respeto a la diversidad. Al recuperar el sentido del bien común y la dimensión colectiva de la política y la sociedad, frente a la perspectiva exclusivamente privada e individualista que pregona el utilitarismo liberal (neoliberalismo), se recupera el sentido ético y moral del vivir-en-común.
En esa lógica, ¿cómo superar un modelo y concepción de desarrollo que se sustenta en el extractivismo y a la vez el consumo cala en la estructura y lógicas culturales de la gente?
Para contestar esta pregunta es necesario analizar 3 aspectos. El lado ético, el análisis del extractivismo en el marco del patrón de especialización productiva general y la arista política.
Existe un debate ético que debemos enfrentar. Ecuador necesita 40.000 millones de dólares para satisfacer necesidades básicas. En el corto plazo, ¿qué patrón de especialización permite esbozar un patrón de acumulación que cubra estas necesidades? Otras experiencias mundiales dicen que un cambio en el patrón de especialización no tarda menos de 25 años. ¿Cuál es el equilibrio ético en términos de acumulación que deben esperar los ecuatorianos que no tienen satisfechas sus necesidades básicas? ¿Cuántas generaciones más se deben perder para conseguir tal objetivo? En el caso de explotar los recursos naturales, ¿cuál es el equilibrio que garantiza la satisfacción de las necesidades básicas para las generaciones presentes y futuras? Creo que las respuestas no son blancas y negras. No es extractivismo vs. no extractivismo. ¿Podríamos dejar de extraer petróleo de la noche a la mañana? No es viable políticamente. Las preguntas son simples pero muy complejas: dónde, cómo, hasta cuándo y para qué. Un primer paso para el país es un pacto territorial, es decir, con un buen ordenamiento territorial la disyuntiva se desvanece en algo. Por ejemplo, no hacer extractivismo en zonas megadiversas y hacerlo, aún con todos los cuidados ambientales, en aquellos territorios con altos niveles de erosión de sus tierras.
No obstante, el real problema no es el extractivismo. Es un modelo que genera un sistema productivo ocioso. El extractivismo incluyendo minas y petróleo constituye el 13% del PIB. Empero, del total de la oferta de bienes y servicios, el 50% proviene de la intermediación financiera (en el campo de intermediación de alimentos) y de las importaciones. Es decir, se obtienen rentas sin generar puestos de empleo suficientes ni valor agregado. Se financia el empleo del exterior, no se genera valor agregado y el que tiene más capital puede multiplicar su propio capital. El juego tradicional de la oligarquía perezosa. El incremento de los precios de los commodities financia las importaciones de un grupo oligopólico que sin hacer nada recibe grandes rentas y auspicia el consumo de bienes importados. El modelo no es extractivista sino un modelo ocioso de generación de riqueza. En este sentido, volvemos al “para qué” del extractivismo: es justamente para generar otra forma de generación de riqueza que haga sostenible la satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes sin que ello suponga sacrificar las necesidades de los que vienen; es decir, un extractivismo que sirva para salir del extractivismo. Cierta izquierda únicamente ha puesto sus ojos en la minería o petróleo sin observar que el problema es la economía política que permite que grupos oligopólicos financieros e importadores se lleven la riqueza del país sin generar nada de valor agregado ni empleo en el país. Creo que los tiros del debate deben apuntar a otro lado, el extractivismo es solo una arista del problema, quizá no la más relevante.
En el lado político, el centro de cualquier estrategia de desarrollo no es lo económico –como se nos quiso hacer creer– sino lo político. Eso hay que tener muy claro para no cometer errores. El socialismo del buen vivir es el fin, pero su consecución no puede ser hecha de la noche a la mañana. Parafraseando al antropólogo K. Polanyi, en este momento histórico del país lo más importante es la “gran transición” para conseguir esa “gran transformación”. El primer paso ha sido poder disputar el cambio de la estructura del poder político y eso solo se puede hacer desde la misma conducción del Estado. Cualquier otra vía es ingenua. Creo yo que hemos llegado a cinco años y medio en el Gobierno y recién en este último tramo tenemos ya la posibilidad de disputar a los poderes de facto. Digo disputar. Ello no supone que siempre sea posible zanjar dichas batallas en favor del interés general. Para mantenerse en la disputa del cambio, el Gobierno debe ir hacia adelante, continuar con la política de redistribución de la riqueza, mejorar la calidad de vida de la población y propiciar la organización y la auto-organización social. No hacerlo es no pensar políticamente la viabilidad del cambio estructural.
Algunas veces se escuchan voces desde la izquierda que argumentan que el objetivo es que la lógica del sistema económico sea anticapitalista sin importar el cómo. Las alternativas anticapitalistas que defienden algunos sectores de la izquierda muchas de las veces no son asequibles a escala meso o macro debido, justamente, a la imposibilidad de coordinación, distribución y acceso a información a escala global de los modelos propuestos, o dado que simplemente no cumplen el objetivo básico de satisfacer las necesidades de la gente. Por ejemplo, de acuerdo al censo de población de 2010, el 12% de la PEA que realiza trabajo dentro del hogar (es decir, que pertenecería a un tipo de economía social y solidaria) es mayoritariamente pobre (60%), según la satisfacción de sus necesidades básicas (NBI). Si una economía que busca ser anti (o incluso post) capitalista no mejora las condiciones materiales de producción y reproducción de la vida social de la población y no permite superar la pobreza, no solo no es viable políticamente sino tampoco es deseable éticamente, por más lógica de “acumulación no capitalista” que suponga.
El peor de los mundos sería el que por no utilizar inteligente y responsablemente los recursos naturales para mejorar la calidad de vida de sus habitantes y pagar la deuda histórica de los grupos excluidos, se pierda la oportunidad de transformar el poder, distribuirlo y caminar hacia la sociedad del buen vivir.
Ligado a todo lo anterior, ¿cómo se entienden y construyen las sociedades del “bioconocimiento”, las biopolis?
Vivimos un neodependentismo que ya no se basa en depender deproductos manufacturados sino, sobre todo, en la heteronomia frente a productos y servicios menta-facturados (conocimiento). Cada vez que sale una nueva versión de los programas de Microsoft debemos comprarla y actualizarlos. La biopolis, justamente, busca construir una sociedad en la que su mayor riqueza sea la vida y cuya garantía de reproducción venga del conocimiento intangible (ciencia, tecnología e innovación). Somos un país rico porque somos un país con mucha vida. Nuestra ventaja comparativa no es el petróleo o los minerales sino nuestra biodiversidad. Si nuestra ventaja comparativa es la biodiversidad podemos apostar a que a través del conocimiento se genere riqueza que garantice la reproductividad de la vida, tanto de la naturaleza como de la del ser humano. Si sistemáticamente se hubiese destinado tanta inversión para la innovación científica y tecnológica de la biodiversidad (bio-medicina, agro-ecología, bio-fertilizantes, bio-remediación, energía alternativa, etc.) como se ha invertido en el sector petrolero (7.300 millones solo en la última década) este momento no seríamos un país con un modelo extractivista ni ocioso. Aunque no se crea, llevamos 40 años de explotación petrolera y no tenemos un solo centro de investigación científica de energía (ni siquiera petrolera). Esa sí es la estupidez de la abundancia. Muy triste.
En ese nuevo escenario, ¿cómo se sustentan los “sustantivos críticos”? ¿Desde dónde se generan y cómo se plasman en las políticas públicas?
América Latina está recordando que puede caminar con sus propios pies, sentir con su propio corazón y pensar con su propia cabeza. La derecha puso la agenda durante los últimos 20 años y la izquierda únicamente la adjetivó. Por ejemplo, al sujeto desarrollo le puso el adjetivo sustentable; al sustantivo democracia se añadió la palabra participativa. Por eso es necesario generar sustantivos críticos desde la izquierda que busquen estar uno, dos, diez pasos delante de la supuesta inmortal agenda del neoliberalismo. Para esto nuestras democracias deben ser innovadoras sin tener miedo al error. Creo que lo estamos haciendo. Un buen ejemplo es la creación del sustantivo crítico del “buen vivir” o “derechos de la naturaleza” o plurinacionalidad o ciudadanía universal. Únicamente se podrán generar sustantivos críticos con sus respectivas respuestas en la medida en que pensemos nuestras realidades, nuestras necesidades y nuestras potencialidades en el marco de la nueva geo y bio-política mundial.
Si el objetivo del biosocialismo es pasar de la supremacía del capital e incluso del trabajo, a la de la vida, ¿cómo se mide, entonces, el valor del tiempo en la vida? ¿Constituye el tiempo otro valor, con otras connotaciones? ¿es el tiempo social un valor distinto?
El valor es una construcción social. El socialismo clásico defendió la supremacía del trabajo sobre el capital. Defendió dichos principios porque tenía una visión productivista. El biosocialismo propone la supremacía de la vida sobre el trabajo y de éste sobre el capital. Esto implica construir una escala de valores diferente a la que impera en el capitalismo. Pero a su vez implica construir unidades de valor que permitan edificar otra ética, otra episteme, otro orden social. Por eso he propuesto usar como unidad de valor al tiempo. El tiempo es una variable adecuada para pensar el valor de cada aspecto y de cada instancia de la vida. A quien entregas tu tiempo, entregas tu vida. Pero no solo es importante medir el tiempo sino el tiempo dedicado a la buena vida o a la vida plena: tiempo para el ocio liberador, para la contemplación, para la amistad, para el amor, para la participación pública, para el trabajo emancipador. Es decir, lo importante es la generación y disfrute de las relaciones sociales, de los bienes relacionales (en los cuales se incluye la relación entre el ser humano y la naturaleza). Pueden existir otras unidades de análisis como la energía o lo biofísico. Sostengo que si bien estas variables pueden funcionar a nivel macroeconómico, políticamente necesitamos una unidad que permita disputar el significado que tiene hoy en día el dinero. Si a una persona de a pie se le pone a elegir entre diversos criterios de valoración de la vida como toneladas de biomasa, “julios” (unidad de medida de la energía), y dinero (dólares), seguramente escogerá este último. Pero si a esta misma persona se le da a escoger entre dinero y tiempo dedicado a estar con sus amigos, familia u ocio liberador, al menos pensará dos veces con qué se queda.
Si lo anterior ocurre, ¿no se estaría asumiendo como una reproducción de lo que sucede en sociedades liberales europeas donde se habla de “ciudades lentas” donde hay menos horas laborables y más empresas y oficinas más cercanas al hogar?
Uno de los principales retos que tenemos como civilización es que el trabajo no sea alienado. Usualmente se busca disminuir las horas de trabajo como fin porque existe una escisión entre el mundo de trabajo y el mundo de la vida. Esa es una de las grandes tragedias de nuestros tiempos. Si asumimos que no se puede cambiar el sistema, me parece correcto que el objetivo sea buscar disminuir las horas de trabajo. No obstante, lo que debemos buscar es cambiar el sistema hacia uno en que no se distinga el trabajo de la reproducción de la vida plena. Construir un sistema en que el trabajo sea emancipador per se. Generalmente desde una perspectiva simplista de izquierda se ataca la flexibilización del trabajo. El problema no es la flexibilización, sino que aparejado a esto se pierdan derechos. Yo estoy de acuerdo en una flexibilización del trabajo, pero que garantice todos los derechos de sus trabajadores, empezando por un salario digno. Debemos llegar a una flexibilización tal, en que no exista escisión entre el mundo de la vida y el mundo del trabajo; es decir, donde no exista escisión –como señala Marx- entre el ser humano y la existencia humana. Solo así el trabajo sería parte de la vida buena. Existe mucha diferencia entre construir sociedades lentas con empresas y oficinas cercanas al hogar para mejorar la competitividad y la satisfacción del trabajador a intentar construir sociedades en que la separación entre trabajo y mundo de la vida se evapore. Las ciudades lentas podrían ser un paso intermedio, no el punto de llegada.
Un referente económico y hasta simbólico del capitalismo y de las sociedades liberales es el PIB. ¿Cómo se contrapone el PIB verde al del capitalismo y cómo se construye como referencia de otra calidad de vida?
Cuando oigo que se menciona al PIB verde como algo contrapuesto al capitalismo me doy cuenta de cuan bien ha construido su hegemonía el capitalismo. El PIB verde es parte de la contabilidad del capitalismo, solo que incorpora las externalidades (negativas generalmente) que produce la actividad económica. Es la mercantilización de la naturaleza. Algo similar sucede con aquella demanda supuestamente progresista de incorporar en las cuentas nacionales el trabajo no remunerado. Lo peor de todo es que usualmente se valora el trabajo no remunerado de las mujeres con el salario menos valorado en la sociedad que suele ser el salario de las empleadas domésticas. La unidad de valor sigue siendo el dinero. No podemos construir un nuevo orden social si tenemos como unidad de valor de la sociedad una variable tan deshumanizante como es el dinero. Por eso, he propuesto utilizar el tiempo como unidad de valor. Para ello he propuesto dos indicadores sintéticos que disputan el sentido del PIB per cápita: la esperanza de vida saludable y bien vivida y la esperanza de vida de la naturaleza medidas en unidades temporales (años, días, horas, etc.). No es lo mismo tener toda una sociedad pensando en cómo subir el ingreso por persona de un país, a otra que esté pensando cómo incrementar la esperanza de vida saludable y bien vivida de su población. En la primera se valora la capacidad de compra de la ciudadanía; en la segunda se valora la vida, pero no cualquier tipo de vida, sino aquella vivida de modo digno, saludable y a plenitud.
Con todos estos elementos, ¿qué le impide a la izquierda conectarse con esas otras búsquedas y se afirma en los postulados que dividen y polarizan todo entre derecha e izquierda, colocando en la primera a todo el que se les opone conceptual y políticamente?
Tenemos que recuperar el sentido del conflicto en la democracia. Creo que es necesario marcar claramente cuales son las fronteras entre la izquierda y la derecha. Eso es políticamente indispensable. Una de las mayores operatorias hegemónicas del neoliberalismo fue la construcción de un pensamiento único. Esto llevó a que converjan viejos postulados de izquierda y derecha. Por ejemplo, lo hemos visto bajo los omnicomprensivos conceptos de “descentralización”, “autonomía” o “sociedad civil”. Nadie se atrevió a ponerlos en tela de duda y cuestionar sus contenidos. Así la autonomía fue per se buena, la descentralización, per se democrática y la sociedad civil, per se fuente de toda legitimidad liberadora. La vida política democrática se terminó por concebir como una suerte de diálogo infinito sin conflictos. Desde esta concepción, la sociedad en la que vivimos habría dejado de estar estructurada por la división social y el conflicto. ¡Perfecta operatoria hegemónica! Pero debemos tener claro que la disputa es inherente a la vida social y que el conflicto desempeña un papel integrador clave en la democracia moderna. Ya vivimos el 22 de marzo del presente año. En este marco, negar el conflicto es aceptar el dominio sin disputarlo. La idea que ha imperado no solo desde la derecha sino desde la izquierda que se niega a pensarse a sí misma, es que la política democrática es la política del consenso. Esta es una posición profundamente liberal, pero, sobretodo, conservadora, que niega justamente el pluralismo y antagonismo que son constitutivos de cualquier política democrática. Una izquierda no conservadora no se puede negar a pensarse a sí misma sistemáticamente, ni tampoco “comerse el cuento” de que el conflicto es malo y que el consenso es el fin de la democracia; más aún en una sociedad tan estratificada como la ecuatoriana. Esa posición mata a la democracia y perpetúa un statu quo injusto.
¿Cómo imaginas el perfil del izquierdista del siglo XXI? ¿Caben en ese perfil los indignados, los forajidos, los “ocupis”, los jóvenes árabes, entre otros que han protestado contra el capitalismo?
Todos ellos caben, sobre todo como fuerza política movilizadora de lo común. Recordemos la pancarta: “Nosotros somos el 99%, ellos el 1%”. Pero como señalé, una de las diferencias importantes de una nueva izquierda es no únicamente resistir al capitalismo, sino arriesgarse a proponer un nuevo orden social. La izquierda revolucionaria no puede conformarse con administrar mejor el sistema capitalista sino que debe buscar transformarlo.

martes, 10 de abril de 2012

La entrevista con Julian Assange

Tomada de la edición impresa del Martes 10 de Abril del 2012
EL ROL DE LA PRENSA EN LAS ESTRATEGIAS GEOPOLÍTICAS Y EN LOS CONFLICTOS DE LAS GRANDES POTENCIAS QUEDA EN ENTREDICHO




Cientos de cables que filtró WikiLeaks han sido ocultados por los grandes periódicos. Assange revela cómo el New York Times “cedió” el control de su línea editorial al Gobierno. Y desnuda otros casos delicados.

Julian Assange es el fundador de la organización WikiLeaks. Desde diciembre de 2010 pasó a ser casi “un objetivo de guerra”. Foto: Copyright 2011. Allen Clark

LA PRENSA OCULTÓ INFORMACIÓN QUE WIKILEAKS FILTRÓ

Orlando Pérez, Director

Fue hace un mes que se contactó a Julian Assange, por intermedio de uno de sus colaboradores. Inmediatamente accedió a un intercambio de correos y mensajes electrónicos, por seguridad.

En medio estaba la urgencia por la tensión creada dado que se acercaba el momento de que Londres decida su extradición a Suecia. Aquí el resultado de un intercambio de correos electrónicos durante un mes.

¿Cuáles son los cargos concretos que pesan sobre usted en el pedido de extradición hecho por la Fiscalía sueca?

No existe ningún cargo contra mí en ningún país del mundo hasta el día de hoy. La Fiscalía de Suecia ha solicitado mi extradición para interrogarme únicamente y con base en una orden de extradición inválida. Lo que existe hasta la fecha en Suecia es una investigación preliminar abierta.

Aunque he ofrecido a la señora fiscal de Suecia a cargo del caso que me interrogue por una comisión rogatoria, videoconferencia o simple conversación telefónica, ésta se ha negado, sin una explicación que justifique su negativa, a llevar a cabo el interrogatorio si no se desarrolla en territorio sueco.

Es un procedimiento estándar en estos casos para los investigadores europeos que desean recolectar información y corroborar hechos, usar el teléfono o viajar a los países. Nada impediría hacerlo. Ellos admitieron a la Corte Suprema de Reino Unido que nada les impide hacerlo y se rehúsan a explicarles a todos, incluyendo a las cortes, por qué ellos no hablarían conmigo, restringiendo mi libertad ya por más de un año.

¿Cree usted que el sistema de Justicia de Suecia, un país tradicionalmente progresista, responde a presiones políticas? ¿Cuáles concretamente?

Suecia era un país progresista, pero no lo es más desde el asesinato de Olof Palme. Suecia goza de una reputación progresista que ya no merece. En realidad, es el país con la más alta manufactura de armas per cápita del mundo, por encima incluso de Israel. La mayor parte de sus políticas progresistas que marcaban el modelo del estado del bienestar de los años 60 ya no existen.

En la década del 2000, Suecia rompió con dos siglos de neutralidad cuando delegó a sus propios soldados al control de Estados Unidos en Afganistán. No tengo fe en que Suecia me proteja, ya que ya ha dejado atrás sus ideales para convertirse en un aliado férreo de los Estados Unidos, a espaldas incluso de su propia población.

Sabemos por los cables diplomáticos publicados por WikiLeaks que Estados Unidos ha entablado numerosos acuerdos informales para evitar el escrutinio del parlamento sueco. Por ejemplo, sacamos a luz que el gobierno sueco permite que Estados Unidos de América acceda a los datos privados y a las comunicaciones de la población sueca, sin que esta decisión fuera siquiera planteada al Parlamento.

Los cables revelan que incluso dentro del mismo gobierno sueco no se conoce el alcance de la colaboración sueca con EE.UU., y que abrir la cuestión al Parlamento pondría en peligro acuerdos informales de compartir información existente, y resultaría en críticas al gobierno sueco, por parte de sus ciudadanos.

Suecia colaboró secretamente con la CIA al autorizar vuelos de rendición extraordinaria desde su país. En 2001 colaboró en el secuestro extrajudicial de dos personas que tenían asilo político en Suecia. Esas dos personas fueron transportadas a Egipto, donde se les torturó.

El Comité contra la Tortura de la ONU, entre otros, ha calificado de ilegal la conducta de Suecia. En cuanto a la cuestión de extradición, Suecia ha accedido a extraditar a todas aquellas personas que han sido solicitadas por EE.UU. desde el año 2000. Suecia fue uno de los pocos países que votó en contra de la inclusión de Palestina a la UNESCO, sin abstenerse.

WikiLeaks develó las prácticas violatorias de los derechos humanos en las guerras protagonizadas por EE.UU. y ha expuesto de lleno los secretos de la diplomacia norteamericana alrededor del mundo. Desde ese país hay voces que han sugerido que usted sea tratado como criminal de guerra. ¿Por qué ese país entonces no ha pedido también su extradición?

Es cierto que me han acusado de terrorista, espía de la Mossad, espía de la CIA, todo menos periodista, ya que saben que si me nombran por lo que soy estoy protegido por la Primera Enmienda. Pero de hecho tenemos conocimiento de que EE.UU. tiene la intención expresa de extraditarme a su país. WikiLeaks ha publicado que uno de los jefes de la compañía Stratfor, una empresa de inteligencia privada con sede en Austin, Texas, tenía información de una acusación sellada en enero de 2011.

Además sabemos a través de entrevistas con asesores del Departamento de Estado, además de entrevistas con los embajadores de los Estados Unidos de América, en Australia y en el Reino Unido, que Estados Unidos está negociando y haciendo cabildeo para que estos países accedan a mi extradición una vez se haya aclarado el caso sueco. Además sabemos que los Estados Unidos de América y Suecia han mantenido reuniones informales acerca de mi extradición tan pronto como el 8 de diciembre de 2010, así lo reportó el diario inglés The Independent.

¿Cuál ha sido la posición de su país natal, Australia, frente a WikiLeaks y Julian Asange en particular? ¿Siente que estaría protegido allí si decidiera radicarse allá?

La situación política en Australia es muy frágil y preocupante de momento. Hace tan solo unas semanas se desató una gran pugna de poder entre la actual Primera Ministra, Julia Gillard, y el anterior Primer Ministro, Kevin Rudd. La disputa terminó con la renuncia de este último, que ejercía el cargo de canciller. Pero lo grave de esta situación fue que el escándalo ocultó una enmienda a la ley de extradición. Esta ley facilita la extradición por delitos políticos.

El mismo embajador de EE.UU. en Australia explicó en una entrevista que Australia tendría que revisar sus leyes de extradición en relación a mi extradición a EE.UU.

Parece que el gobierno ha seguido los dictámenes del superpoder, y tienen la intención de sacrificarme a mí y a WikiLeaks al altar de la alianza estadounidense. Considero que Australia ya no me protegerá, menos con el actual gobierno y la primera ministra Gillard. Gillard me ha acusado de obrar ilegalmente, irrespetando el principio de presunción de inocencia.

Luego tuvo que admitir que yo no había violado ninguna ley en Australia a regañadientes. Aún así, el gobierno australiano ha enmendado una ley, ‘la enmienda WikiLeaks', que amplía los poderes de los servicios secretos australianos para que puedan monitorear a una ONG Australiana como es WikiLeaks, aunque no se nos acuse de nada.

Sin embargo, hay que decir también que he recibido numerosas muestras de apoyo de la población de Australia. Hace algunos meses ganamos el premio Walkley, el equivalente al famoso premio americano Pulitzer en Australia, por la ‘extraordinaria contribución al periodismo'. En 2011 fui galardonado por el Sydney Peace Prize por mi trabajo con WikiLeaks. Comparto este honor con personas que admiro mucho, como Nelson Mandela y el Dalai Lama.

Lo que pasó con este galardón, sin embargo, me provocó tristeza y asombro. A pesar de la importancia del premio, un premio internacional que da mi país de gran prestigio, la embajada australiana en Reino Unido se negó a ser la anfitriona de la gala de entrega. La embajada propuso que la Fundación de la Paz de Sydney alquilara un bar cualquiera para la gala de entrega de premios.

Esa desconexión es precisamente lo que me alarma en mi país: por una parte el apoyo de la población, de los periodistas y de los abogados de derechos humanos, e incluso del anterior primer ministro Malcolm Fraser, y por la otra la actitud hostil del gobierno y la mayoría de los políticos, que no toman una posición firme para proteger a su ciudadano ante la ira del complejo militar-industrial de Estados Unidos. Es por tal brecha, por tal desconexión, que anuncié mi intención de postularme como candidato al senado de mi país en 2013.

Se ha creado la idea de que WikiLeaks busca principalmente enfrentar al Pentágono. ¿Es esa en verdad la razón de ser de WikiLeaks?

Este es uno de los ataques que carecen de fundamento. El material que ha publicado WikiLeaks desde 2006 concierne a cada país del mundo. Son cables diplomáticos y no hay ningún país que no se haya visto afectado por esa revelación. Desde el 2006 hemos publicado documentos de Reino Unido, Alemania, China, Cuba, Perú, Venezuela, Colombia, Irán, Somalia, Kenia, y otros muchos países. La acusación de que WikiLeaks sea una organización antagónica al Pentágono es una táctica.

Ni WikiLeaks ni Amnistía Internacional, por mencionar otra organización que persigue los mismos objetivos de justicia y transparencia, consideran que el Pentágono se encuentre exento de rendir cuentas a la población. Tiene que rendir cuentas a su propia población y a aquellas poblaciones donde está liderando una guerra.

A través de las grandes revelaciones de los documentos de Irak, sabemos que el ejército estadounidense estaba contabilizando las muertes de los civiles, aunque decían públicamente que desconocían los números: más de 100.000.

Si revelar crímenes de guerra y muertes de civiles inocentes a esta escala constituye a los ojos del Pentágono una afrenta, significa que los mecanismos democráticos en ese país han dejado de funcionar.

WikiLeaks es para muchos un referente de periodismo investigativo y más de un premio internacional les ha sido conferido por su actividad. Para otros en cambio, lo de WikiLeaks son solo filtraciones, más no periodismo. ¿Dónde radica el componente periodístico de WikiLeaks?

Usaré la misma pregunta como un ejemplo. Aunque mencionas que hay algunos actores que dicen que WikiLeaks no hace en realidad periodismo, no mencionan quiénes son ellos. Éste es un distractor utilizado por muchos periodistas. Eso es mal periodismo, el no nombrar a quienes afirman algo, ya sea porque al mencionarlos la afirmación pierde importancia o porque muchas veces nadie dijo lo que se afirma.

En el caso de WikiLeaks, quienes atacan verbalmente a la organización son o bien oficiales de los gobiernos o bien y, sorpresivamente, medios rivales. ¿Por qué se sienten como rivales dichos medios y ven a WikiLeaks como una competencia? Porque hacemos periodismo y hacemos mejor que el de ellos.

Los periodistas que toman una cámara para filmar una guerra son verdaderos periodistas, el periodismo no es garabatos de opinión, es encontrar, es ubicar, es extraer, es verificar, es seleccionar y presentar en un formato adecuado, con análisis completos, los hechos sobre el mundo, los hechos que pueden cambiar el mundo. WikiLeaks hace todo eso.

Los medios corporativos de comunicación hoy en día, con las nuevas tecnologías, tienen capacidad de crear opinión de acuerdo a sus intereses, como sugiere Chomsky. ¿Son un poder fáctico capaz incluso de someter a gobiernos?

La pregunta no es si los medios pueden controlar a los gobiernos o viceversa, puede que no haya diferencia entre ambos. La pregunta es cómo pueden las personas controlar a éstos.

Cuando los medios hacen su trabajo, éstos le dicen a las personas cómo las corporaciones y los gobiernos se comportan, sin ocultar verdades incómodas. Cuando un medio es corrupto, abusa de su posición de influencia y oculta información a las personas, o usa a las personas como un ejército personal en una lucha por sus propios intereses que no revela al público.

La mayoría, casi todas las organizaciones mediáticas grandes, están aquejadas por dicha distorsión, una corrupción institucional porque una vez que un medio crece y tiene suficiente poder, atrae a grupos poderosos que son capaces de controlar a las personas, entonces hacen tratos bajo la mesa para proteger ciertos intereses y para atacar a ciertos grupos.

Es por ello que es extremadamente importante impedir que los medios crezcan demasiado, y es por ello que la Internet ha sido un tremendo boom para la verdad. No porque todo lo que se publica en Internet sea cierto, sino por haber aumentado la barrera de entrada para que cualquier persona pueda publicar, para que miles de personas puedan publicar.

¿Está consciente de que removió el poder más sofisticado de los gobiernos: el secreto? ¿Cómo cambia eso el mismo espíritu del poder frente a la posibilidad de visibilizarlo desde la información?

Las organizaciones ocultan la información por una razón. Es caro dedicar recursos a ocultar la información y algunas veces la información se oculta con motivos que todos apoyaríamos en teoría, pero la mayoría de las veces la información es ocultada por una organización porque percibe que el público actuará en su contra si sabe lo que ha hecho o lo que está tramando.

Si es muy difícil para una organización, incluido un Estado, ocultar la información al público, es para ésta muy riesgoso proceder con un plan sucio, perpetrar una injusticia. Si se saca a luz los planes para llevar a cabo algo sucio o injusto, muchos de estos planes se pueden evitar. Porque una injusticia, una vez expuesta es lo opuesto y por lo tanto es muy poco probable que sea llevada a cabo o mucho más difícil para llevar a cabo.

Si los gobiernos no pueden hacer planes injustos, entonces los gobiernos solo pueden ser una herramienta para la justicia social. De forma similar las corporaciones, si es más fácil hacer un plan justo que un injusto, la mayoría de sus planes serán justos.

¿El material dado a los medios, con la información entregada, también no reveló la precariedad de los medios frente a lo que oculta el poder, o cierta complicidad de los medios con ciertos poderes?

Sí, encontré mucho de eso que menciona. Por ejemplo, en nuestra publicación de los cables diplomáticos, conocida como Cablegate, el periódico The New York Times avisó a la Casa Blanca que publicaríamos los cables diplomáticos aproximadamente dos semanas antes de que éstos salieran a luz por los grandes medios.

Lo que es más grave aún fue que este periódico cedió el control editorial por completo al gobierno, al Departamento de Estado, informándoles cada día antes de publicar qué cables en específico iban a salir.

Como resultado de dicha acción se suprimió y nunca se publicó una historia sobre el gobierno de los Estados Unidos y un escuadrón de sicarios dentro del Ejército, a pesar de que la historia ya había sido escrita por uno de sus reporteros.

Como éste, hay muchos otros casos, no solo fue The New York Times, El País redactó partes de los cables no para proteger a fuentes sino por razones políticas. Der Spiegel en Alemania censuró al menos un cable sobre Merkel y la guerra en Afganistán por razones políticas; The Guardian censuró cientos de cables, por ejemplo, que la Primera Ministra de Ucrania, Yulia Tymoshenko, ocultaba su fortuna en Londres y que la corporación Italiana ENI era corrupta.

Le Monde decidió no solo redactar sino además suprimir párrafos enteros de los cables diplomáticos sobre el África subsahariana. Es sorprendente además que un diario como The New York Times únicamente publicara 190 cables diplomáticos, menos de 0.08 del material revelado.

¿Es posible regular a los medios, sin afectar a la libertad de expresión? En Ecuador, por ejemplo, no ha sido posible todavía acordar una ley regulatoria de medios, porque se argumenta que regulación equivale a censura. ¿Es esto necesariamente cierto?

Los mercados deben regularse para mantenerse libres, de otra forma las grandes empresas se transforman en monopolios o duopolios. Esto pasa también con los medios. Cuando las corporaciones de medios crecen demasiado tienen mucho poder en el mercado de las ideas y tienen además la capacidad de abusar de dicho poder y distorsionar la información, información en la que la gente basa sus decisiones, en la que las personas confían.

Es cierto que si no se tiene regulación de los medios para estos actores poderosos, el día de mañana podríamos observar a una corporación de bebidas pagando al periódico local más importante, por ejemplo El Comercio o El Universo, para que éste publique una nota diciendo que el producto de su competidor contiene cianuro.

Sin embargo, aún con regulación, si un medio es grande y poderoso, está en la capacidad de colocarse por encima de la ley, por medio de sus conexiones y contactos, o que bien abuse de la legislación para afectar a la competencia.

Creo que el correcto acercamiento al tema es tener poca o ninguna regulación de los medios para individuos y pequeñas editoriales, y además romper los monopolios mediáticos y que éstos no puedan abusar de su posición dominante en el mercado.

Si no es políticamente viable romper con dichos monopolios, entonces su comportamiento debe ser regulado de una forma cuidadosa.

¿Cuáles son los principales elementos de la ley de medios que WikiLeaks promovió en Islandia y que han sido acogidos para su aprobación por el parlamento islandés?

La idea detrás de la Iniciativa de Medios Modernos presentada ante el Parlamento islandés es promover la industria de la Internet y la diversidad de los medios y por tanto la democracia a un nivel internacional, proporcionando protecciones y salvaguardas para publicaciones como WikiLeaks.

Esto se hace de distintas maneras, haciendo más fácil el registro de una organización de medios extranjeros, haciendo el requerimiento legal de que los periodistas protejan a sus fuentes, proporcionando legislación que proteja y prevenga la destrucción de material que ya ha sido publicado y los archivos históricos, y dando un premio anual a la libertad de expresión.

Está diseñada para proteger el periodismo investigativo real, como opuesto al periodismo capitalista. Está diseñada a proteger un periodismo como el de WikiLeaks de los abusos del sistema legal que las compañías usan para parar a los periodistas de investigación.

El mayor ataque a WikiLeaks de momento se ha perpetrado no directamente por el gobierno, pero por bancos y corporaciones hay más de cien ataques legales de momento. En su mayoría son instituciones financieras. Muchos periodistas han dejado los Estados Unidos para evitar ataques de las corporaciones a sus trabajos, por ejemplo en otros países pasa también que los periodistas se van al exilio para poder publicar o por lo que han publicado.

Como repercusión directa de WikiLeaks en Ecuador se expulsó a la Embajadora estadounidense. ¿Qué opinión le merece una reacción así?

Antes de que Ecuador tomara la decisión de expulsar a la embajadora estadounidense fueron expulsados diplomáticos de México y de Libia. De la evidencia contenida en los cables diplomáticos parece ser que estos funcionarios decían una cosa a sus contactos locales o con las personas con las que almorzaban y otra muy distinta cuando enviaban sus reportes a Washington. Por lo tanto, no es una sorpresa que el gobierno de Ecuador perdiera la confianza en la Embajadora, en dichas circunstancias.

En lo personal, difiero con la decisión de expulsarla porque creo que habría sido una mejor estrategia quedarse con “el diablo conocido”.

¿Qué opinión en general le merecen los procesos de cambio que ocurren en gran parte de Latinoamérica en la última década? ¿Conoce algo de lo que sucede en Ecuador, en particular?

He observado la fortaleza que crece en términos de cohesión y cooperación Sur – Sur, democratización, y ahora el liderazgo latinoamericano es reconocido en la escena internacional. Sobre Ecuador, es un país que está implementando medidas para reducir la pobreza y la desigualdad y eso es positivo.

Usted prepara un programa de entrevistas para la TV. ¿Cuál es el perfil del mismo? ¿Lo podremos ver en Latinoamérica?

Sí, estoy filmando un programa que explora hacia dónde va el mundo en el futuro, utopías, desarrollos técnicos... Para ello he entrevistado a los más brillantes o de más impacto personas de distintas partes del mundo. Entre las personas que he entrevistado se encuentran desde pensadores como Noam Chomsky hasta el presidente de Túnez, por mencionar a algunos.

Julian Assange se convirtió en un icono moderno del activismo contestatario. ¿Cómo observa este activismo en las nuevas generaciones, en los jóvenes latinoamericanos?

Vivimos en el mundo que nuestros sentidos perciben. Nuestros límites son los límites de nuestras percepciones. Esta generación sabe más que ninguna otra generación jamás. Sus acciones eclipsarán a todas las generaciones pasadas. Para cambiar el mundo en el que vivimos, observamos, pensamos y actuamos. Para observar, abrimos nuestros ojos.

Para pensar, abrimos nuestras mentes. Para actuar, abrimos nuestros corazones al coraje, a la valentía. Nuestros ojos nunca antes han estado tan abiertos. Nuestras mentes nunca antes han sido tan ágiles como hoy. Y nuestro valor, nuestro coraje, se está esparciendo como un virus.

jueves, 19 de enero de 2012

El desafío de Rafael Correa



El Mandatario ecuatoriano está más enfundado que nunca en su misión: cambiar al país. Cada frase, acción y gestión se mueve en ese eje. En la entrevista que concedió a El Telégrafo afronta esa reflexión y mira hacia adelante. (Publicada el 15 de enero de 2012, al cumplir 5 años en el poder)

Orlando Pérez

Su despacho está aclimatado y luce muy iluminado. Reclinadas a su izquierda hay varias fotos. La que se destaca por delante de todas es la de su ex guardaespaldas John Merino, quien murió por efecto de la llamada gripe porcina, según algunos, por entregarse por completo al trabajo y no atenderse oportunamente. En otra está con su hijo Miguelito, en otra más, con su esposa e hijas. En todas hay un Rafael Correa tierno y afable, como si lo más importante fuese quien está a su lado.
Tiene varios libros apilados a sus espaldas. Entre ellos hay tres ejemplares de la útima edición del suyo: “Ecuador: de Banana Republic a la No República”. Lo comentamos mientras me regala uno. Y al mencionarle el libro del vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, Las tensiones creativas de la Revolución, abre los ojos y se da la vuelta: con emoción me indica uno que está en su maletín (ese que siempre lleva y lo acompaña, pero que ahora, a diferencia de cuando lo conocí en unos seminarios de la fundación Esquel, hace más de siete años, ya no se lo ve en sus manos).
Se trata de “El nuevo topo”, de Emir Sader. Es un texto que habla del proceso de cambio de América Latina de la última década. Y menciona a Correa y al Ecuador. Me lo recomienda y dice que es una gran obra para entender el momento que vivimos en el continente.
Sader, en una entrevista, cuando le preguntan ¿Qué país en América Latina ve con proyectos más consolidados?, responde: “Ecuador y Bolivia, que tienen procesos más orgánicos, más equilibrados entre la transformación social y la del Estado”.
Correa está en su despacho enfundado en su misión. No para un minuto y apenas tiene tiempo para leer con calma esos libros. Debe leer muchos documentos e informes, firmar papeles que deciden el destino de millones de ecuatorianos.
Cinco años después su mirada es la misma, pero hay algo en sus gestos que revelan que Correa no está comprometido con un plan idealista y menos solo con un sueño: está metido en una lucha y con una obsesión: cambiar al Ecuador. Y lo enfatiza varias veces: “Un cambio cultural es lo que nos hace falta, y eso no es fácil”.
Para nosotros, sus contemporáneos, tampoco es fácil entender cómo lo va a hacer, pero él replica: “Lo tenemos que hacer todos, en cada una de nuestras tareas y responsabilidades”.

En la entrevista, que en las siguientes páginas se transcribe, deja entrever que hay cosas de las que se siente insatisfecho y hasta decepcionado, quizá porque no tiene eco y otras porque sus colaboradores se han demorado mucho en ejecutar lo que se pudo hacer en menos de un año. Pero también está convencido de que esta es una revolución y se siente orgulloso de liderarla.

“Somos expresión de la indignación de los ecuatorianos”

¿Por qué el proyecto que usted preside es una revolución?
Este es un proyecto alternativo. Lo definimos como un cambio radical, profundo y rápido del sistema vigente, pero insisto, teniendo un sistema alternativo. Muchas veces no se puede tener todas las cosas claras. Se tiene que hacer camino al andar, pero con los principios claros de lo que se puede hacer. No se trata solo de oponerse por oponerse, cambiar por cambiar. La pregunta es: ¿cambiar hacia dónde? Tiene que ser hacia algo mejor, y eso es lo que está sucediendo en Ecuador.

¿Y por qué todavía no es una revolución ciudadana?
Yo creo que sí es una revolución ciudadana. Ha sido la voluntad de los ciudadanos, fueron los indignados los que nos trajeron aquí. Ecuador se indignó mucho antes que el resto del mundo. Y gracias a esa indignación, a los forajidos, el decir basta a tanta destrucción, se generó el gobierno de la Revolución Ciudadana. Si usted mira los gabinetes itinerantes y la participación de la gente en muchas acciones, le puedo asegurar que esta es una revolución de los ciudadanos.

¿Cree que el “Club de Tobi” es el que quiere gobernar el país?
Gran parte del “Club de Tobi” continúa en el Gobierno. Ahí está Fander Falconí, Augusto Barrera, Javier Ponce, quien le habla, por supuesto, y todos rendiremos cuentas a la historia. Estoy de acuerdo con que exista lugar para disentir, para criticar, pero tratar de desestabilizar, obstruir, hacer fracasar a este gobierno, jamás. ¿Cuál es el objetivo? Lo que están haciendo es a favor de los grupos de derecha que tanto daño nos hicieron. Aquí no esperamos que mande el “Club de Tobi”, queremos que manden las grandes mayorías en procesos democráticos. Esencial en ese proceso son los programas que se han presentado al escrutinio del pueblo.
Le digo esto porque algunos contradictores ahora dicen que ya no es de los ciudadanos, sino solamente del Presidente...
La mediocridad ha llegado hasta el punto que ha satanizado hasta el liderazgo. ¿Usted me puede decir de algún proceso en el mundo que no haya tenido un liderazgo fuerte? Este Gobierno ha sido mucho más participativo, con equidad de género, gabinetes itinerantes, socialización de leyes, la misma elaboración de la Constitución de la República, con todos los espacios de participación y en jornadas extenuantes, el Presidente recibiendo a todos los estamentos, gremios, alcaldes, visitas a cada rincón del país.
Para Gustavo Larrea, quien es el que dice esas cosas; y para Alberto Acosta, participación es que nosotros ganemos elecciones y decidan ellos. A ellos les tengo la mala noticia: mientras yo sea Presidente, aquí va a prevalecer la voluntad del pueblo ecuatoriano, el programa de gobierno votado en las urnas; y no los caprichos de los que nunca han ganado media elección. Nos pueden acusar de cualquier cosa, menos de incoherentes: hacemos exactamente lo que propusimos al pueblo ecuatoriano y lo que este aprobó mayoritariamente en las urnas.

Tras cinco años, ¿cuál cree que es el factor real emancipador de la Revolución Ciudadana?
Nosotros somos la expresión de la indignación de la gente, y esa indignación tenía que sentirse correspondida y útil. Creo que eso hemos logrado. Si usted me pregunta cuál es la principal obra del Gobierno, respondería: hemos logrado superar esos complejos a los que tanto tiempo nos condenaron la prensa, los estamentos, las élites y hasta ciertos grupos eclesiásticos, de que éramos inferiores al resto, de que así nacimos y así vamos a morir, de que somos los más perezosos, los más corruptos. Un ejemplo concreto: carreteras. ¿Quién se iba a imaginar que Ecuador podía tener las mejores carreteras de la región? Ya era un destino ineluctable, una ley física, que nosotros no podíamos tener buenas carreteras. Eso es uno de los grandes descubrimientos. Yo, como economista, sé que la infraestructura es fundamental en el gran desarrollo, que la infraestructura es importante. Lo que nunca me imaginé era el efecto en la autoestima de la gente. Por lo tanto, hemos recuperado esa fuerza interior, esa voluntad de cambio, de victoria, que es fundamental para que los pueblos salgan adelante.

¿Cómo le suena la siguiente frase al Presidente: La Revolución Ciudadana mató a la partidocracia, pero todavía asiste a su duelo?
Yo creo que tiene mucha razón. Lo peor que podemos hacer es caer en el exceso de confianza. Hemos cambiado la relación de poder, pero ese otro poder, la partidocracia, todavía sigue vivo, debilitado pero vivo. Ya no controla el país, pero existe y al menor descuido puede retomar su poder. Esa clase política que teníamos está tremendamente debilitada, pero de repente los medios generan una mentira creíble, nos desestabilizan y esa partidocracia puede volver al poder. Ese es un desafío. Sé que en nuestro gobierno no vamos a resolverlo todo. Este proceso requiere de diez o quince años. Dios quiera que continúen gobiernos sucesivos de la Revolución Ciudadana.
Muchas veces se le escucha hablar de que no es un político, ¿qué le impide todavía definirse como tal después de cinco años de hacer política desde el poder?
Yo siempre he sido político, si define político en su forma etimológica, es decir: buscar el bien público. En ese sentido creo que todo ciudadano tiene el deber de ser político. La política, peyorativamente entendida en el Ecuador, es terrible y yo la rechazo. Para mí, la política es servir, independientemente de lo que logre o no logre. Si no logré servir, si no logré cambiar nada, fracasé totalmente en política.

¿“Política” está dejando de ser una mala palabra?
Nunca fue una mala palabra. La estigmatizaron los politiqueros de aquí, la destruyeron; y ese es uno de los retos: rescatar la validez de la política.
¿Qué aprendió de bueno, o qué hay de bueno en la política o haciendo política durante estos cinco años?
Esa disposición de servir, siempre lo dijimos. Uno puede servir desde cualquier rincón, desde cualquier lugar, pero no nos engañemos: aquí hay injusticia estructural, siempre habrá desfavorecidos por la naturaleza, discapacitados, gente que necesite de la solidaridad de uno, del cariño, del acompañamiento, pero esa inequidad, esa injusticia social económica es estructural; y para cambiar eso se necesita cambiar el poder. No nos engañemos, yo puedo hacer fundaciones, apostolados y muchísimas cosas, pero tan solo va a sostener un sistema tremendamente excluyente si la sociedad siempre quiere beneficencia, caridad. Lo que es intolerable son los pobres socioeconómicos. Y para remediar esa pobreza intolerable tenemos que cambiar estructuras; y para cambiar las estructuras se necesita un poder político.
Presidente, en cinco años usted insiste regularmente, y me parece que ya ha calado mucho en el imaginario de la gente, que no puede haber un cambio cultural en cinco años, profundo, transformador, de un día para el otro.

¿Qué ha frenado en cinco años ese proceso de cambio cultural y cómo están dadas las condiciones para que ese cambio ocurra en los próximos años?
Yo creo que sí hay un cambio cultural. Le decía hace un momento: hay que recuperar la confianza en nosotros mismos, el no tener ese derrotismo histórico, de que no podemos salir adelante. Eso ya es un cambio cultural, pero falta avanzar mucho más. Muchas veces ese cambio cultural se acelera por graves acontecimientos que, Dios no quiera, pasen en el país, como las guerras mundiales que hicieron cambiar radicalmente ciertas sociedades. Entonces es un proceso donde tiene mucho que ver la educación, el liderazgo, la religión. La cultura está tremendamente condicionada por la religión. Si hay una religión que te dice: “Yo nací pobre y moriré pobre, porque después en el paraíso seré rico y voy a vivir feliz, porque así Dios me hizo y todo depende de Dios y nada de mí”, se inmoviliza. Son esas cosas las que tenemos que cambiar. Y para ello hace falta un proceso político y un proceso que hay que acelerarlo.
Cada vez estoy más convencido de que necesitamos una segunda etapa; en una segunda etapa la relación de poder será distinta. Eso implica, en términos económicos, mejor asignación de recursos. Si antes iba todo a la deuda, ahora va todo para educación, salud, etc. Pero ahora viene una segunda etapa. El desarrollo, el punto de partida fundamental es que cambie la relación de poder. No es un problema solamente técnico, pero también es técnico. Y ahí viene lo de cultura: buscar la eficiencia, la responsabilidad, hacer las cosas extraordinariamente bien.
Estoy convencido de que los países que han logrado el éxito son los países donde el lustrabotas, el conserje y hasta el gerente general de la compañía hacen las cosas extraordinariamente bien. Eso se llama cultura de la excelencia.

“Hay gente que era de la CIA que ahora sigue conspirando”

¿Qué le impediría a usted ser reelecto presidente?
Que haya otra persona de Alianza PAIS que garantice de mejor manera la victoria electoral. Ahí me haría a un lado. Estoy bastante cansado, mi familia se ha sacrificado muchísimo. Lo que menos pretendo es ser indispensable. Todos somos necesarios, pero nadie indispensable.

Si Lenín Moreno ya no será su compañero, ¿su binomio será una mujer, indígena y joven?
No especulemos de las especulaciones. Primero habrá que definir si voy a la reelección o no. Y por supuesto que sería interesante un binomio con una mujer joven que represente todo lo que busca la revolución ciudadana, grupos siempre excluidos, indígenas, un afro, mujer por equidad de género, juventud, pero no siempre se puede encontrar el candidato ideal.
¿Siendo este año de elecciones, cuál será el eje movilizador de su campaña?
Hemos dicho que se van a priorizar varios aspectos, la revolución vial, educativa, salud, seguridad. Ya se están viendo los frutos de todo lo que hemos sembrado estos últimos años. Este año haremos 425 UPC, está en prueba el sistema integrado de seguridad más moderno de toda América Latina y es impresionante realmente. Algún rato vaya y vea La Puntilla. Hemos dicho que este será el año del talento humano, la ciencia y la tecnología. Y estamos poniendo mucho énfasis, porque creemos que sin eso no habrá futuro. Será la evaluación de las universidades, la ciudad del conocimiento y fomentar los recursos para laboratorios de investigación.

Usted varias veces ha dicho que se va a radicalizar la revolución. ¿Este será el año para eso?
Para radicalizar esa revolución tenemos que seguir con ese cambio de poderes en función de las grandes mayorías que dependen básicamente de la acción política del Gobierno. El complemento, lo necesario, es el cambio cultural, la cultura de excelencia depende de todos los ecuatorianos.

¿Cuál es el momento más crítico vivido durante estos cinco años?
Han habido muchos. Recuerde que a los nueve días de asumir el mando, en un trágico accidente, murió Guadalupe Larriva y su hija Claudia de 15 años, y cinco soldados de la Patria. Después vino lo de la Angostura, cuando encima nos quisieron involucrar con las FARC, y luego obviamente el 30 de septiembre y hasta ayer (el jueves pasado) la renuncia del ministro de Salud, un queridísimo amigo. Son cosas duras. Pero probablemente el más crítico fue el 30 de septiembre, sobre todo cuando supimos que balas asesinas mataron a cinco ciudadanos, uno de ellos civiles y cuatro uniformados.

¿Y el momento más emotivo?
Ahí tenemos muchos, pero el peor error en el que podemos caer es el exceso de confianza. Y hay muchas cosas irreversibles. E insisto, cada día nos levantamos pensando qué se inventó la prensa. Mire lo que sacó el Washington Post, un poco menos que aquí hay un dictador loco, manipulando la justicia. Hay gente conspirando y cara dura, los jefes de inteligencia que descaradamente trabajan con la CIA siguen conspirando y manejando círculos.

“Aquí han querido privatizar hasta la libertad de expresión”

Algunos analistas creen que en este proceso, al no tener enemigos políticos claros usted escogió a la prensa como contradictor político.
En primer lugar no es cierto. Alguna gente me sobreestima y piensa que yo estoy calculando todo, y no es cierto. Sinceramente estoy convencido de que la prensa es uno de los poderes fácticos más grandes de Ecuador y de América Latina, y planetarios. Son empresas con fines de lucro que proveen un bien fundamental: la información. Y más aún, no son 500 empresas, a nivel nacional son 4 ó 5 diarios, 6 ó 7 canales, son oligopolios manejando la información.
Son grupos con tremendo poder social y económico. Y en el caso ecuatoriano claramente han abusado de ese poder informativo. Entonces estoy convencido de que son un grave peligro para la democracia y estoy determinado por el bien mío y de las futuras generaciones a poner límites a los abusos de poder que han cometido ciertos negocios dedicados a la comunicación.

La libertad de expresión también es una suma de derechos. ¿En su criterio, cuáles privilegia a la hora de defender la libertad de expresión de los ecuatorianos?
Ese es un falso dilema. Toda libertad tiene límites y están claramente establecidos. Incluso, en los instrumentos internacionales se fijan los límites a la libertad de expresión: la honra y reputación de las personas, que también son un derecho humano, y la seguridad nacional. Pero aquí, enarbolando la libertad de expresión, manipulando y tergiversando ese derecho tan sagrado, quieren hacer lo que les da la gana. Mire el caso de El Universo: en nombre de la libertad de expresión están utilizando una mentira, cuando la libertad de expresión se debe basar en la verdad.
Entonces, yo privilegio la verdadera libertad, la que se basa en la verdad, porque no hay libertad sin responsabilidad. Aquí han querido privatizar hasta la libertad de expresión creyendo que se trata de un derecho solo de los dueños de los periódicos, cuando es de todos los ciudadanos.

A los medios públicos nos acusan de gobiernistas, de oficialistas...
Porque no me insultan, así que deberían insultar de vez en cuando al presidente (risas).

¿Qué deben ser para usted los medios públicos: críticos, investigativos, de servicio a la ciudadanía, reflexión, debate?
Todo aquello. Que cumplan su deber fundamental de comunicación social. Lo básico aquí es la comunicación social y los instrumentos son los medios de comunicación, en parte. Yo hago comunicación social con mi informe de labores cada sábado. En parte son los medios de comunicación, pero ¿por qué tienen que ser privados y con fines de lucro? Es más, por definición, si se contraponen sus intereses privados, a la comunicación social, van a privilegiar lo primero.
Entonces es bueno que haya medios públicos, sin finalidad de lucro, medios alternativos y comunitarios. Eso es democratizar la comunicación social y es acercarnos a la verdadera libertad de expresión. Y ¿qué espero de los medios públicos? Que cumplan a cabalidad ese rol de comunicación social, lo que dice usted: reflexión, opinión, crítica, investigación, pero no mentira, ni manipulación.
Hasta esa manipulación que se hace desde los medios en función de cierta religiosidad. Yo recuerdo cuando Facundo Cabral comentaba algo que le había sorprendido en uno de sus viajes: encontró a un hombre en un basurero y le preguntó dónde le gustaría estar y él dijo: “Aquí, porque aquí es donde el Señor me puso”. Él lo presentaba como algo bueno, ¡pero es terrible! Mata toda capacidad de superación, te condena a un conformismo terrible. Entonces, esa clase de antivalores culturales son terribles para el progreso y para el buen vivir. Entonces el cambio cultural es fundamental, pero no solo en ese sentido, de superar el inmovilismo, está también en la capacidad de organización.
En América Latina todo el mundo quiere ser capitán y nadie marinero. Todo el mundo dice que lucha contra la corrupción, y cuando ocurre algo dicen “metan preso a todo el mundo menos a mi familia, a mis amigos no”. Resulta que todo delincuente tiene familia y amigos. Entonces, el capital cultural es sumamente importante.
Y por último está el capital social, eso es básicamente tener un proyecto nacional, porque de qué sirve tener 14 millones de genios halando cada uno para su lado. Ejemplo de lo que digo, Rusia, en los años 90. Tenían ciencia y tecnología, tenían gran talento humano, pero se destruyó su capital social y decreció un 30% su PIB.

“No hemos podido cambiar el modelo de acumulación”

¿Por qué no se pudo reducir más la pobreza de lo que ya ha bajado? ¿Es por falta de recursos, calidad del gasto o un fenómeno crónico que el Gobierno no lo podía lograr?
Es cambiar las estructuras y eso es tremendamente duro. Hemos avanzado y creo que el país va en la dirección correcta. Poco a poco seguiremos avanzando. El país es como un barco gigantesco que de cierto modo va hacia un iceberg y mientras más grande es el barco más rápido llegará al iceberg, lo que hace más difícil cambiar de dirección.
Hemos logrado enrumbar al país en la dirección correcta, pero ahora es necesario tomar velocidad de crucero, y lo más difícil ha sido cambiar esa relación de poderes y esperamos que la disminución de la pobreza se acelere aún más, pero no vamos a olvidar que nuestras economías son aún vulnerables; y es un éxito estar entre los cinco países que más han reducido pobreza en América Latina según la Cepal, un éxito que hemos logrado teniendo de por medio una tremenda pobreza económica a nivel mundial desde el año 2008 y comienzo de 2009.

En su libro (Ecuador: de Banana Republic a la No República) dice que “la verdadera estabilidad económica es lograr el máximo de crecimiento y empleo productivo sostenibles en el tiempo. Para ello se necesita el incremento de fuerzas productivas internas de acumulación y progreso, es decir, los llamados recursos productivos”. ¿Ocurrió esto en estos cinco años en el Ecuador?
En la economía ortodoxa los recursos productivos son tres: cantidad de trabajo humano, cantidad de capital físico -que no es un recurso, sino una consecuencia- y recursos naturales.
La historia del siglo XX se encargó de pulverizar esa teoría porque muchos de los países que tuvieron éxito no tenían ni recursos naturales, e insisto, el capital físico era una consecuencia de la acumulación, y tenían poco trabajo humano. ¿Cuáles son los países que tuvieron éxito en el siglo XX? Los que acarrearon más talento humano, calidad, ciencia y tecnología, pero eso no es suficiente. Tú puedes tener un gran talento humano, ciencia y tecnología, pero si no hay un proyecto común, todo el mundo halará para su lado.
Entonces, se requiere un proyecto común y una cultura de excelencia, me refiero sobre todo a capacidad y conocimiento, hacer las cosas bien, asumir responsabilidades; y estamos tratando de desarrollar talento humano, ciencia y tecnología, y un proyecto nacional.

Si hacemos un balance de esos recursos productivos en el Ecuador, ¿en qué nivel estamos?
Una revisión resumía que son siete los pilares del desarrollo -algo sobre lo que escribiré algún día-, pero creo que son tres los recursos deseables: es deseable tener capital físico, como consecuencia de la acumulación, porque no es que naciste con tractores, carreteras... Es deseable tener mucha gente en condición de trabajar, pero no es indispensable. Es deseable tener recursos naturales, aunque Alberto Acosta dice que es una maldición, lo que a mí me parece una barbaridad porque es como todas las cosas, las puedes utilizar bien o mal. Todo el mundo habla de que el turismo es el futuro del país; bueno, usted puede atraer más turismo, pero puede ser una maldición, ¿me explico? Todo puede ser malo o bueno, depende de cómo lo utilices. Creo que esas cosas a lo sumo son deseables, ¿pero cuáles son las bases para el desarrollo?: el conocimiento la ciencia y la tecnología, esa es la base del futuro.

¿Y cómo está el Ecuador en ese aspecto?
Hemos duplicado la inversión, pero no llegamos ni al 0,5 del PIB cuando la Unesco recomienda al menos el 1% del PIB. ¿Capital institucional? Se puede tener gran recurso humano pero si existe un igualitarismo a ultranza, si independientemente del sacrificio y el esfuerzo todos tienen la misma recompensa, jamás serviría; y el otro extremo, el exceso de individualismo mata a la sociedad. Entonces hay que tener la correcta conjunción entre potenciar las capacidades individuales sin destruir a la sociedad, ese es el desafío del socialismo del siglo XXI. La cultura es fundamental, porque hay culturas que te alientan y hay culturas que te condenan.
La clase media y popular están en mejores condiciones, es indiscutible, pero los ricos también están mucho mejor.

De ser así, ¿querría decir que la matriz estructural no ha cambiado mucho?
El modelo de acumulación no lo hemos podido cambiar drásticamente. Básicamente estamos haciendo mejor las cosas con el mismo modelo de acumulación, antes que cambiarlo, porque no es nuestro deseo perjudicar a los ricos, pero sí es nuestra intención tener una sociedad más justa y equitativa.
En todo caso, aquí nadie ha inventado el agua tibia, estamos aplicando todas las medidas, tal vez nos falta profundizar algunas para lograr una sociedad más equitativa, pero el que más tiene, más paga; es decir, hay un sistema tributario progresista en el que hemos avanzado muchísimo, porque con ese ingreso se financia la igualdad de oportunidades: educación, salud, etc.
Hemos mejorado en forma cuantitativa, pero aún nos falta en forma cualitativa, que no es fácil, depende del cambio cultural, y no es la labor de un Gobierno, sino de 14 millones de ecuatorianos. Como pasó ayer en el hospital Baca Ortiz, con los fondos rotativos. Le pregunto al administrador: ¿por qué han puesto fundas de basura en las ventanas y no compraron cortinas con los fondos rotativos? y me dice que “los fondos rotativos son solo para medicinas”. ¿En dónde está eso?, es solo un invento, para no hacer nada. Entonces se requiere un cambio cultural para haya realmente igualdad de oportunidades, calidad de la educación, acceso a salud, etc.
También hemos pasado del capital al trabajo. Se han eliminado muchas formas de explotación, como la tercerización, los contratos por horas y ha crecido la afiliación a la seguridad social. Hemos disminuido el desempleo mejorando la calidad de empleo, lo cual contradice toda receta neoliberal que mencioné antes.
Y hay algo que ha pasado desapercibido, la forma de repartición de utilidades, somos los únicos en América Latina. Decimos que el salario mínimo es eso, un mínimo, para evitar males mayores como el desempleo, pero no es justo. Un salario justo, por decir algo, sería unos 350 dólares, entonces nadie puede declarar utilidades hasta que el último de los trabajadores tenga ese salario digno. Es decir, una empresa, para sobrevivir, puede pagar el mínimo, pero no va a declarar utilidades hasta que todos hayan ganado el salario digno. Eso significa repartir el 100% de las utilidades hasta alcanzar ese salario, es un poderoso instrumento para lograr la equidad.
Todavía nos falta el cuarto elemento para lograr equidad, que es la democratización, la mejor distribución del acervo social. Todo estaba hecho para perjudicar a los más pobres. Ejemplo: las playas y bahías son del Estado, pero se concesionaron a los ricos para que pongan camaroneras y, en la isla Puná, ni siquiera contrataban a los lugareños.
La pesca de arrastre: 17 familias con barcos que tienen toda la pesca y los 20 mil pescadores artesanales se quedaban sin peces.
El acceso a la tierra: queremos garantizar no solo acervos públicos sino acervos privados, con acceso a la tierra, al agua y a la propiedad de las empresas, como hemos hecho con las empresas que estaban en manos del sector público, pero sin duda hace falta mucho más.

¿Qué le revela a usted, como Presidente y economista, el siguiente dato: en el 2000 había 42 bancos que manejaban 7.500 millones de dólares y en 2011, 20 bancos manejan entre 16 mil y 17 mil millones de dólares?
Eso es porque la economía ha crecido, y es bueno. No es saludable que haya tantos bancos pequeños o tres o cuatro bancos inmensos.

¿Cuál es la cantidad adecuada?
Eso depende de cada realidad, pero en principio, a ojo de buen cubero, que existan 42 bancos en una economía como la nuestra era una barbaridad, 20 es una cantidad razonable, y en buena hora que esos 20 manejan mayor nivel de recursos porque la economía ha crecido.
El sistema financiero es fundamental para la actividad económica, y no porque la maneja, sino porque encauza la riqueza generada por la sociedad. Su estrategia fundamental es captar ahorro y encauzarlo a la actividad productiva; el propósito es que lo haga de la forma más eficiente. (OP)