miércoles, 26 de agosto de 2009

¿Déficit de ciudadanía?

Claro que sí. Enorme déficit de ciudadanía. El Ecuador no tiene ni vive una ciudadanía plena. Todo lo contrario: el clientelismo forma parte de la actividad política, el verticalismo todavía persiste hasta en la vida familiar, los críticos y francotiradores siguen apuntando desde las alturas y cuando se comprometen con algo de participación y ciudadanía quieren salir ilesos, sanitos, casi vírgenes. ¿Pero no es esta Constitución la que promueve la participación activa de los ciudadanos en las decisiones del Estado y en la vida política? Sí, pero no depende de un texto, ni se puede hacer por decreto u orden presidencial. ¿O esperamos que se ordene, canalice o garantice vía oficial? Imposible.
La ciudadanía, para arrancar, depende de los actores políticos: movimientos, partidos, organizaciones sociales, comités barriales, medios de comunicación, etc. Todos ellos pueden promover la ciudadanía y la participación, pero en la práctica, en este momento, en este país, no hacen absolutamente nada para ello. Los partidos deciden todo a dedo. ¿Sociedad Patriótica no fue quien hizo un simulacro de primarias y nombró a sus candidatos por orden de su coronel? ¿Cómo nombran sus directivas y candidatos los socialcristianos, democratacristianos, socialdemócratas, roldosistas, emepedistas? En esas nominaciones, ¿no prevalecen criterios de rentabilidad (dirigen y se candidatizan los que tienen plata)?
Y como no hay verdaderos partidos ni movimientos políticos, ¿qué hacen las organizaciones sociales y hasta los medios de comunicación con la ciudadanía y con la participación? Muy poco o casi nada. Reproducen los vicios de los seudo partidos políticos. Los medios creen hacer participación en los programas llamados comunitarios con presentadores filántropos que no entienden el concepto de comunidad y sólo aspiran a ser concejales o candidatos a alcaldes. ¿Sino qué hace ‘San Bernardo Abad’ en el ‘lindo canal’? Los medios, ya lo he dicho varias veces, son un peligro para la democracia: quieren reemplazar a las instituciones y se encargan de despolitizar la participación. Es más: en sus propias redacciones, con sus lectores y audiencias, con sus voceadores y periodistas no son participativos ni dejan que puedan influir en sus líneas editoriales. Todo lo contrario: reproducen las prácticas de los pésimos partidos políticos.
Por tanto, la ciudadanía que demandan muchos (algunos que luego de ejercer cargos públicos se hacen los locos con su propia gestión y sólo desde afuera creen tener autoridad para criticar) es responsabilidad de todos. Evidentemente, el Estado debe crear las condiciones para una participación efectiva. Sí. Y también debe crear el marco legal para que ella sea lo más amplia y sin condicionamientos de ninguna clase.
Para que sea efectiva la ciudadanía hace falta una verdadera politización de los ciudadanos. Eso implica educación, concienciación y verdadera información y comunicación. El Ecuador debe aplicar la Constitución y eso tomará varios años y generaciones. Una cultura ciudadana implica un debate abierto que impida iniciativas populistas y clientelares de poca monta y solo con fines electorales.

domingo, 9 de agosto de 2009

Libertarios

El proceso político que vive el Ecuador no es (ni tiene por qué ser) el de la ‘contemporaneidad ideal’ impuesta por la globalización hegemónica, como quieren los voceros de la derecha que lo califican de retrógrado y ‘sesentero’.   
Esos universos de eficiencia, efectividad y velocidad, fluyendo por las grandes avenidas del ciberespacio y las tecnologías de la información, generando capitales virtuales al ritmo de una maquiladora en Taiwan, apenas existen en el imaginario colonizado de los nuevos ‘Chicago Boys’. Leyéndolos solo siento que no pueden con la realidad (o realidades) del país en el que les tocó nacer, que no se parece y nunca se parecerá a Nueva York, como tampoco se parecía, en 1809, a París, para pesar de las élites de la Independencia que tampoco comprendieron la complejidad de las sociedades en las que fundaban repúblicas ‘a la europea’.
Nuestra temporalidad nunca encajó en los ‘tiempos modernos’ del occidente hegemónico, marcados por la idea de ‘progreso’ lineal, la moda, las tecnologías y el culto a ‘lo nuevo’. Eso lo comprendió bien (hablando de América Latina) Octavio Paz, un incomprendido de los dogmáticos de izquierda y de derecha.
No cabe, 200 años después, seguir apelando a modelos coloniales, que no se ajustan a la complejidad de nuestras sociedades, más aún cuando ese modelo (el del neo-liberalismo) sustenta la dominación económica que genera la peor desigualdad mundial de toda la historia.
Si algún símbolo real adquiere este 10 de agosto es inaugurar (ese es el deseo) una nueva etapa en lo político pero, sobre todo, en lo cultural y lo simbólico: la de una sociedad capaz de confrontar (de tú a tú) al pensamiento colonial.  Una sociedad que se asume soberana, para iniciar una era de cambios democráticos con herramientas democráticas.  
En Latinoamérica podemos pensar, de modo poético tal vez, que si hoy se alinearon las estrellas, este momento no solo es una casualidad. Hay una causalidad que deviene de unos tiempos y unas demandas históricas que confluyen en esta etapa. Los medios, también, tendrían que ser capaces de descifrar este momento en toda su profundidad y no quedarse en la comparación de la realidad con los mundos ideales de la moda y los modos de vivir y convivir que se imponen globalmente, vía publicidad y banalidad. Es más, en Europa y EE.UU., esos modos de vida son duramente cuestionados por las mentes más lúcidas.
Por eso, el mayor reto de Rafael Correa es entender la complejidad de la contemporaneidad ecuatoriana para darle sustento a su discurso y su accionar político, y liderar este proyecto colectivo que ha trazado su propia ruta en la dimensión del Sumak Kawsay, lo esencial de la nueva Constitución. No se trata de superar metas macroeconómicas. Correa está obligado al diálogo abierto con las nuevas generaciones y con las voces vivas de la ancestralidad.
En un proceso como éste, nuestra opción es ser libertarios. Y eso significa: ruptura radical con las estructuras de la dominación hegemónica y con la inercia de las prácticas corruptas. La revolución (con más ciudadanía) es un proceso permanente de renovación y crítica, que no admite incondicionalidades.

jueves, 6 de agosto de 2009

Filtros y filtrados

No hay duda que hay un aparato, cabeza, organización, institución o ‘voluntarios’ con una mentalidad perversa para forjar una situación adversa al proceso político, autónomo y auténtico, del Ecuador, con base en las filtraciones, gota a gota, de información, documentos y supuestas pistas para forjar una sola hipótesis: las FARC son aliadas de la Revolución Ciudadana. En otras palabras: ¿son lo mismo y por tanto ninguna de las dos merecen estar en la realidad y hay que anularlas, desaparecerlas, aniquilarlas?
Incluso, en el ‘mundillo’ periodístico y de los infiltrados, espías, agentes, ex miembros de inteligencia era ‘vox populi’, hace seis meses, que ‘alguien’ vendía los diarios de Reyes. Unos decían que en un millón, otros que en cien mil dólares. A la vez que desde Colombia se demandaba información a la Fiscalía ecuatoriana y ésta enviaba todo, mientras desde Bogotá no se envía hasta ahora un solo documento para nutrir el proceso sobre Angostura. ¿O nuestra Fiscalía es muy gentil y generosa o la de Colombia trabaja para obstaculizar toda investigación (y por ende castigo) sobre la violación a la soberanía nacional en Angostura?
¿Y qué decir de los ex agentes de inteligencia y esos dobles agentes que aparecen por todas partes? La Comisión de la Verdad tiene suficiente documentación sobre lo que hicieron algunos supuestos subversivos en la época de LFC (vender información) y cómo actuaban las inteligencias de la Policía y FFAA. ¿Eso habrá cambiado ahora? ¿Los oficiales Mario Pazmiño y Manuel Silva son de una mentalidad al servicio de una revolución socialista o son de aquella formada en los Estados Unidos en la Doctrina de la Seguridad Nacional que husmeaba todo y aniquilaba todo brote de subversión, con base en la tortura, la prisión y el ajusticiamiento? ¿No es suficiente para entender qué está pasando todo el espacio que reciben esos dos ex oficiales en los medios de comunicación filtrando información (o sea documentos que ellos poseen cuando ya no están en el servicio activo) de carácter reservado, haciendo uso de ella como patrimonio personal? ¿No basta ver cómo los aborda y trata ese entrevistador del ‘lindo canal’ para saber que no hay nada inocente en el uno ni en el otro cuando ‘analizan’ la situación del país?
Lo cierto es que esto de filtros, filtrados y todo lo que compete al mundo del espionaje solo revela la situación que vivimos: una alta polarización ideológica, como en lo mejores tiempos de la guerra fría. Por eso, para unos la realidad es verde, para otros roja, aunque tengan los mismos datos, en el mismo escenario y con los mismos personajes. Y eso no es malo de por sí. Lo grave es que de un lado hay una actitud antidemocrática al no aceptar la voluntad popular ratificada en siete elecciones consecutivas. Aquí ni hubo lucha armada, ni asalto al poder y mucho menos derrocamientos ilegales. Todo lo contrario. Pero a esos sectores (de derecha y de espionaje al estilo gringo) no les agrada y hacen todo para neutralizar o aniquilar este proceso, para lo cual se valen de abogados, editorialistas, periodistas, jefes de redacción, entrevistadores, analistas y ex oficiales.