domingo, 9 de agosto de 2009

Libertarios

El proceso político que vive el Ecuador no es (ni tiene por qué ser) el de la ‘contemporaneidad ideal’ impuesta por la globalización hegemónica, como quieren los voceros de la derecha que lo califican de retrógrado y ‘sesentero’.   
Esos universos de eficiencia, efectividad y velocidad, fluyendo por las grandes avenidas del ciberespacio y las tecnologías de la información, generando capitales virtuales al ritmo de una maquiladora en Taiwan, apenas existen en el imaginario colonizado de los nuevos ‘Chicago Boys’. Leyéndolos solo siento que no pueden con la realidad (o realidades) del país en el que les tocó nacer, que no se parece y nunca se parecerá a Nueva York, como tampoco se parecía, en 1809, a París, para pesar de las élites de la Independencia que tampoco comprendieron la complejidad de las sociedades en las que fundaban repúblicas ‘a la europea’.
Nuestra temporalidad nunca encajó en los ‘tiempos modernos’ del occidente hegemónico, marcados por la idea de ‘progreso’ lineal, la moda, las tecnologías y el culto a ‘lo nuevo’. Eso lo comprendió bien (hablando de América Latina) Octavio Paz, un incomprendido de los dogmáticos de izquierda y de derecha.
No cabe, 200 años después, seguir apelando a modelos coloniales, que no se ajustan a la complejidad de nuestras sociedades, más aún cuando ese modelo (el del neo-liberalismo) sustenta la dominación económica que genera la peor desigualdad mundial de toda la historia.
Si algún símbolo real adquiere este 10 de agosto es inaugurar (ese es el deseo) una nueva etapa en lo político pero, sobre todo, en lo cultural y lo simbólico: la de una sociedad capaz de confrontar (de tú a tú) al pensamiento colonial.  Una sociedad que se asume soberana, para iniciar una era de cambios democráticos con herramientas democráticas.  
En Latinoamérica podemos pensar, de modo poético tal vez, que si hoy se alinearon las estrellas, este momento no solo es una casualidad. Hay una causalidad que deviene de unos tiempos y unas demandas históricas que confluyen en esta etapa. Los medios, también, tendrían que ser capaces de descifrar este momento en toda su profundidad y no quedarse en la comparación de la realidad con los mundos ideales de la moda y los modos de vivir y convivir que se imponen globalmente, vía publicidad y banalidad. Es más, en Europa y EE.UU., esos modos de vida son duramente cuestionados por las mentes más lúcidas.
Por eso, el mayor reto de Rafael Correa es entender la complejidad de la contemporaneidad ecuatoriana para darle sustento a su discurso y su accionar político, y liderar este proyecto colectivo que ha trazado su propia ruta en la dimensión del Sumak Kawsay, lo esencial de la nueva Constitución. No se trata de superar metas macroeconómicas. Correa está obligado al diálogo abierto con las nuevas generaciones y con las voces vivas de la ancestralidad.
En un proceso como éste, nuestra opción es ser libertarios. Y eso significa: ruptura radical con las estructuras de la dominación hegemónica y con la inercia de las prácticas corruptas. La revolución (con más ciudadanía) es un proceso permanente de renovación y crítica, que no admite incondicionalidades.

1 comentario:

  1. Estoy muy de acuerdo con la ruptura radical con las estructuras de la dominación hegemónica y con la inercia de las prácticas corruptas vinculadas.
    Sin embargo no asimilo la doble negación en la última frase. Entiendo que ud. con todo respeto es partidario de este gobierno, pero deberíamos aislarnos del desarrollo y la buena voluntad? ¿deberíamos someternos a las condicionalidades de traficantes, explotadores y lavadoras de dinero? acaso la propuesta es una isla anarco monárquica?

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