sábado, 31 de octubre de 2009

El miedo ausente

Una amiga escritora ha dicho: “Por fin están rompiéndose todos los huevos de serpiente que por décadas han anidado en nuestro país: en los medios, en los partidos políticos y en todas partes”. Muy cierto: estas épocas son para descubrir cómo ahora otros tienen miedo, porque nosotros ya lo perdimos, salimos a hablar y a decir las cosas desde la memoria más sentida, con la piel encendida y la mirada brillante. También sintiendo las cicatrices en su intensidad y pedagogía. Ellos tienen miedo, mucho miedo, quizá a las verdades que solo ellos ocultan. ¿Saldrán a hablar esos policías y militares que recibieron órdenes perversas?

Eso sí: también tenemos muchas razones para llorar y llorar en público, porque las lágrimas son sanadoras. Ojalá lloremos todos. Y lloraremos con dolor y rabia cuando se revele el Informe de la Comisión de la Verdad. Lloraremos cuando sepamos quién ordenó disparar, desaparecer, torturar y doler a centenas de seres humanos que soñaron a tiempo, puntuales. Otros llegaron tarde. Es que el sentido común de esa época y de ahora sigue siendo soñar, porque como dice la canción de Luis Mejía Godoy: “Mi venganza personal será decirte buenos días sin mendigos en la calle”.

Claro, hubo un tiempo en que nos bloqueamos, por miedo y por falta de luz. Algún momento nos bloqueamos, la sociedad se bloqueó e imaginó que estaba bien soportar o esperar. Incluso algunos optamos por otros oficios y también esperamos la hora más clara para construir cada victoria democrática, para imaginar y proponer las reglas del nuevo futuro. Y ahora estamos ahí, pensando cómo hacer más nuestro ese futuro y compartirlo con todos para que sea propio y bastante parecido a nuestros sueños y a los de la Sara y la Amanda. Estamos alegres por recibir de los viejos sus bendiciones por la tarea cumplida, aunque nos pidan seguir adelante porque los revolucionarios no se jubilan nunca.

Lástima que otros no sintonicen la nueva era y la época que empieza a crearse. Por ejemplo quien rayó el editorial del diario El Universo, del sábado pasado, pidiendo cadena perpetua, destierro y anular mi libertad de expresión. ¿Escribió para hacer la venia a los perseguidores con inmunidad? O aquel socialcristiano que dice que el mejor guerrillero es el que está muerto. Y también aquellos que regalan bienestar con limosnas e imparten justicia solo con castigos y desquites. Ellos son lo que ahora tienen miedo y amenazan. Y el miedo les impide reconocer y apuntar al verdadero autor de sus propias angustias.

Ahora, por estos nuevos tiempos y futuras eras, es que puedo entender la enorme solidaridad que cae del cielo, se eleva desde la tierra y me baña como el agua. Gracias, millón gracias, a las decenas de mensajes vía celular, facebook, correo electrónico, llamadas telefónicas y saludos en la calle cargados de una solidaridad solo comparada con la que recibía en la cárcel y en las redacciones de los periódicos cuando sabían que cierta amenaza me rondaba. No hay palabras para expresar todo lo que han provocado esos mensajes. Sólo queda decir con un tierno y rebelde Gracias de todo corazón por la fe puesta y por la responsabilidad compartida.