martes, 30 de junio de 2009

Fingidos y afectados

El escritor peruano Fernando Iwasaki, en un excelente ensayo histórico (re Publicanos, cuando dejamos de Ser Realistas) dice que la sociedad hispánica es “tan propensa al fingimiento y la afectación”. Lo dice tras analizar cómo la herencia española marcó el devenir de sus colonias en América.
Y sí: somos tan propensos a esos dos estados y los revelamos cuando hay crisis, más en estos tiempos de crisis de pensamiento, representatividad y de cambio de época. Para los analistas mediáticos el deber ser lo es todo, nos quieren imponer su moralidad como si fuese la única y hasta creen que con eso su entrada al cielo está garantizada aunque en la tierra se conviva de otros modos porque son otros los tiempos. Están afectados, dolidos, resentidos, pero sobre todo fingen y ahí es cuando más revelan sus complejos y carencias. Sobre todo fingen: ser cultos, probos, leídos y escribidos, responsables e impolutos. Y para mal de males: son poco leídos, copian, citan como si habrían leído toda la obra y solo buscan la frase que les calce en su odio, irresponsables con sus audiencias porque no investigan, piensan poco e imaginan mucho.
El diario Expreso, por excepción en la rutina periodística del Ecuador, hace un buen trabajo y revela los negocios del hermano del presidente y los editores de la competencia lo siguen, sin citarlo, sin emular su trabajo, copiando muchas declaraciones de la televisión y a eso le llaman periodismo y libertad de prensa. Ahora se regocijan por el trabajo ajeno y no son capaces de imitar aunque sea por fingimiento. Esa ‘competencia’ grita al unísono el ‘primer triunfo’ frente a la Revolución Ciudadana y andan chinchosos, pero se dejan ver las costuras en la primera de marras. No han entendido, como dice José Antonio Marina que “cuando aumenta la inteligencia y la complejidad social, aumenta la complejidad de las relaciones de poder”.
Claro, apenas el presidente reconoce el error de su hermano, anticipa que si en su gobierno hubo complicidad habrá sanciones, inmediatamente imponen su moralina y sugieren que ahora sí han descubierto el verdadero rostro de este proceso. ¿Hasta cuándo esperamos los lectores ecuatorianos el reportaje que revele eso que ellos dicen y no prueban? ¿Qué entienden por periodismo responsable los editorialistas, los del mismo diario que hizo la investigación, cuando fingen y se afectan porque no tienen otras pruebas para atacar? ¿Seguirán copiando el trabajo responsable de otros sin modificar el suyo o por lo menos aprenderán que hay otras formas de hacer periodismo que no estén cargadas de adjetivos, especulaciones y rumores?
Ese fingimiento y afectación del que habla Iwasaki solo desnuda esa herencia española para mostrarnos que para analizar lo que ocurre en estos tiempos hay que tomar en cuenta lo que ocurrió en los últimos 30 años. Rafael Correa, con todas sus fortalezas éticas, mostró que la ambición de un pariente no puede acabar con la lucha de gente que se ha jugado por un cambio revolucionario y no solo por imponer un slogan. Y eso es una muestra de compromiso ético, que debe ser la norma de este proceso, un precedente único y referencial por siempre.

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